Defensora colombiana de derechos de los niños gana Premio Nansen de ACNUR

Premio Nansen de ACNUR

Nueva York.- Mayerlín Vergara dirige un hogar en el norte del país que, además de colombianos, actualmente ayuda a niños migrantes y refugiados venezolanos que han sufrido un gran trauma al ser desarraigados de su país y que, en ocasiones, han sido víctimas de explotación sexual. La ganadora asegura que en sus dos décadas de experiencia nunca había visto una situación igual.

Una educadora colombiana que ha dedicado más de 20 años a rescatar a niños y niñas explotados sexualmente es la ganadora del premio Nansen que otorga la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

Mayerlín Vergara Pérez es la coordinadora regional de Fundación Renacer para la Guajira, una organización que ha asistido a más de 22.000 niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de la trata y de otros tipos de violencia sexual y de género. En rueda de prensa este miércoles, aseguró que los grandes merecedores del reconocimiento son los niños con los que trabaja por “su fuerza, resistencia y valentía”.

Los niños que ahora están bajo su cuidado han sido rescatados de esquinas, burdeles y bares donde eran víctimas de explotación sexual, o han sido separados de sus familias por abuso y han sufrido traumas casi inimaginables, una situación que se ha agravado con la crisis de su país vecino, Venezuela.

Según datos proporcionados por las autoridades colombianas, entre 2015 y 2019 el número de víctimas de trata de personas en el país aumentó en un 23%, en parte debido a la afluencia de refugiados y migrantes venezolanos al país.

“Realidades tan dolorosas, situación de no tener donde dormir o vivir, no tener una comida asegurada, hasta la explotación. Niños y niñas que han sido captados en Venezuela, trasladados hasta acá y explotados sexualmente, niños y niñas que migran solos y atraviesan la trocha y este camino con tanto peligro y que viven situaciones tan dolorosas como para uno ponerse a llorar”, explicó.

Vergara asegura que en sus dos décadas de experiencia nunca había visto una situación igual.

“Es tan doloroso que a veces no hay palabras para explicarlo. Escuchar a una niña de 12 años decir que no quiere abrir sus ojitos porque no quiere vivir, no quiere el cuerpo que tiene. Estar en una depresión tan profunda que no tiene ni siquiera palabras para expresar su dolor, sino que golpea cosas para poder expresarlo y demorar hasta cinco o seis meses en esta posición ha sido muy duro”, apuntó.

Con información de la ONU

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