¿Y qué sigue? ¿Las Afores?

Alejandro Rodríguez

Alejandro Rodríguez Cortés*.

El estilo unipersonal de ejercer el poder por parte de Andrés Manuel López Obrador busca obsesivamente centralizar en él mismo la repartición de recursos públicos. Él es el ogro filantrópico que describió Octavio Paz cuando se refirió al Estado mexicano de los setentas.

Nadie más que él será quien entregue apoyos a las clases más vulnerables. Los sobres, las tarjetas de débito deberán contener imágenes y símbolos que no permitan a los beneficiarios dudar sobre quién es el remitente de los envíos de dinero en efectivo.

Si le hace falta un nuevo aeropuerto a este país, él presidente de la República tiene que ser quien lo construya, no importa que se cancele una magna obra con 30 por ciento de avance de edificación ni las pérdidas millonarias en dólares por incumplimiento de contratos físicos y financieros.

¿Para qué mantener estancias infantiles semiprivadas si desde Palacio Nacional se quiere entregar directamente efectivo a las madres de familia, aunque desaparezca un esquema que venía funcionando de maravilla?

¿Qué importa dejar sin medicinas a pacientes de enfermedades crónicas, niños víctimas de cáncer incluidos, si podemos destruir el sistema de salud vigente para inventar uno nuevo con la marca AMLO, el sello de la casa?

Destruir todo lo pasado, para crear un presente de magnanimidad presidencial sin límites. Para seguir en campaña política en vez de gobernar.

López Obrador ha minado la confianza de inversión privada. Ha cambiado condiciones contractuales, ha cancelado plantas industriales, ha roto la cadena de suministro nacional de insumos médicos y de medicamentos. Lo único importante es su pequeño aeropuerto, su trenecito peninsular y su necia refinería que si acaso llega a funcionar producirá gasolina más cara que la que importamos.

Por eso la economía mexicana se derrumbó en 2019 y nos dejó muy mal parados para enfrentar la emergencia sanitaria del 2020. Por eso el dinero ya se acabó, pero no el necio proyecto lopezobradorista basado en apoyos sociales para mantener apoyo electoral, en la estatización energética y en la eliminación de contrapesos de poder.

Al agotamiento de las reservas generadas en fondos de emergencia para enfrentar crisis como la que estamos viviendo, sobrevino la búsqueda frenética de nuevos recursos para evitar el colapso de una presidencia que apenas llega a su primer tercio. Pero ni la austeridad destructora de instituciones públicas ni el supuesto combate a la corrupción han alcanzado.

La cancelación de fideicomisos para disponer de casi 70 mil millones de pesos es una combinación de lo aquí planteado: más dinero para gasto social y -si le damos el beneficio de la duda a la mal llamada Cuarta Transformación- entrega directa de apoyos a científicos, cineastas, estudiantes, artistas y activistas.

Tampoco alcanzará el dinero.

La crisis es tan profunda que nos tomará 10 años en salir de ella, como reconoce el Banco de México.

¿Y entonces de dónde echará mano de recursos un gobierno al que le faltan aún 4 años de gestión donde la economía simplemente no generará crecimiento suficiente para generar mayor riqueza?

¿Acaso irá por los 4 billones de pesos de ahorros de los trabajadores depositados en sus cuentas individuales administradas por las Afores?

Eso sería una estatización que nos llevaría 40 años atrás. Hay que estar atentos y evitar a toda costa que eso suceda. Porque el control de precios propuesto en la iniciativa de nueva Ley de Pensiones podría ser el primer paso para debilitar a las afores privadas y tener así una primera justificación para nacionalizarlas y así poder disponer de un dinero que se habría de diluir fácilmente en gasto corriente, aún a costa de poner en riesgo la jubilación de millones de trabajadores.

No podemos, no debemos permitirlo.

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

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