Ya está el enemigo externo que le urgía

Rubén Cortés.

La carta del presidente a Biden anuncia una mala relación con Estados Unidos: viene la agitación de un nacionalismo de monografía de papelería de pueblo, para movilizar a las bases electorales del régimen en las intermedias y las presidenciales. 

Martha Bárcena, aún embajadora en Washington, lo sabe y se apresuró ayer a divulgar su próxima renuncia para no empañar 43 años en el servicio exterior metida en un juego tan errático como el de excitar el sentimiento antiestadounidense. 

El texto no es de enhorabuena al próximo presidente de un país vecino, donde viven 36 millones de mexicanos que mandan 40 mil millones de dólares en remesas, y principal aliado económico, que compra nuestros productos en 1.2 billones de dólares anuales. 

Es de reclamo de soberanía y de no intervención sin motivos, pues México es hoy el policía migratorio de Washington, con 10 mil soldados en su frontera sur y otros tantos la norte, y Washington cubre a México sus cuotas en la OPEP. 

En el momento más cariñoso de la relación, resulta que el presidente de este lado le exige soberanía y no intervención al que gobernará del otro lado, a la vez que prepara al vapor leyes monetarias y de seguridad para irritar a conciencia al aliado. 

En busca del enemigo externo que despierte el nacionalismo en sus bases para las elecciones intermedias y las presidenciales del 24, después de dos años sin mencionar el tema, este gobierno quiere adquirir los dólares que no puedan repatriarse a Estados Unidos. 

La reforma a la Ley del Banco de México facultaría a éste a comprar ilimitadamente dólares al tipo de cambio oficial, lo que según especialistas provocará que México sea un imán para el lavado de dólares, no sólo mexicanos, sino de todo el mundo. 

En busca del enemigo externo que despierte el nacionalismo en sus bases para las elecciones intermedias y las presidenciales del 24, después de dos años sin mencionar el tema, este gobierno reclama los nombres de los agentes estadounidenses que trabajan aquí.

Aunque claro que este gobierno conoce todos los nombres de los agentes estadounidenses que trabajan aquí, según marcan los convenios bilaterales vigentes desde 1992. Pero busca enardecer a sus bases con el atractivo mendrugo del nacionalismo. 

Las enmiendas a las leyes de Seguridad Nacional y del Banco de México van dirigidas contra Estados Unidos para cuando Biden nos exija cumplimientos en asuntos bilaterales que no hizo Trump: democracia, derechos humanos, sindicatos, medio ambiente. 

Los expertos leyeron la carta del presidente a Biden como “predecible y miope” y anunciadora de “cuatro años gélidos en la relación México-Estados Unidos”. 

Pero sólo es una carta para poner el parche antes de que salga el grano.

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