Patricia Betaza.

Este domingo personal de restaurantes ubicados en Insurgentes, a la altura del World Trade Center, ensayaban cómo colocar las mesas en las banquetas ante la reapertura del sector programada para hoy. Algunos meseros y encargados de los negocios expresaban su emoción de reactivarse -aún con restricciones- en plena pandemia. “Los contagios no se han dado en los restaurantes, se han dado en las reuniones familiares”, me decía un capitán de meseros. Y tiene razón. De acuerdo con datos proporcionados por la propia autoridad de la CDMX, la mayoría de los contagios y hospitalizaciones de las últimas semanas surgieron tras las reuniones familiares y fiestas decembrinas. De acuerdo con encuestas hechas en hospitales capitalinos en recién ingresados, una de cada cuatro personas se contagió en reuniones familiares: 26 por ciento en reuniones familiares, 6 por ciento en las vacaciones, 12 por ciento en el trabajo, 8 por ciento en el transporte público, 36 por ciento en otras actividades y 11 por ciento no lo sabe. “Abrimos o morimos” el lema. Efectivamente en países como el nuestro ese es el dilema y no sólo para el sector restaurantero. Lo preocupante es que estas acciones se dan en medio de lo que parece el punto más álgido de la pandemia: miles de casos por día, saturación hospitalaria y el triste y lamentable cúmulo de muertes, hasta el domingo: 140 mil, 704 mexicanos muertos en 10 meses de pandemia.

Aun con las vacunas, que todavía falta que lleguen a la mayoría de la población, 2021 pinta como un año aún más difícil, más duro, en torno al COVID19. Según la propia Organización Mundial de la Salud, será más duro por más variantes infecciosas del SARS-CoV-2 y una mayor velocidad de contagio y el deterioro económico generalizado. Previo a tomar posesión como nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden aceptó que hablar de normalización es un proceso largo. El panorama pinta difícil para la humanidad entera. En el caso de México por si todo esto fuera poco, el proceso electoral dará pie seguramente, a una mayor polarización. Basta ver los más recientes spots.

El panorama es incierto, triste y complicado. Esto ya también impacta en la salud mental de las personas y también se augura una ola de enfermedades mentales. La pregunta es ¿qué hacemos en estas circunstancias? Por lo pronto quien pueda, permanecer confinado, de lo contrario aplicar la sana distancia, utilizar sin excusa alguna el cubrebocas y el lavado de manos. Aunque el estribillo es ampliamente conocido, muchos no lo aplican. Sí, el sentido común es lo que menos se observa. La incertidumbre es demasiado amplia.

 

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