La “izquierda trumpista” mexicana

Francisco Garfias

Francisco Garfias.

Caló hondo en la “izquierda trumpista” mexicana –existe, no es broma– el discurso de toma de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos.

No les gustó su llamado a terminar con la “guerra civil” entre conservadores y  liberales –chairos  y fifís–, para ponerlo en el lenguaje de la 4T.

Mucho menos que el nuevo jefe de la Casa Blanca haya haya colocado como prioridad de su gobierno la unidad de todos los estadunidenses.

“Sin unidad no hay paz, sólo furia y amargura. No hay progreso, sólo caos. Es el momento histórico de enfrentar estos desafíos… podemos lograrlo con tolerencia y libertad”, dijo el demócrata.

El discurso aplica para México. Desde su púlpito mañanero –convertido frecuentemente en tribunal– el presidente López Obrador siembra odio, anatemiza a los ricos, descalifica a sus críticos, ve complots por todos lados, divide a la sociedad.

Eso ya lo entendió hasta su fan número uno: Elena Poniatowska, quien le pidió al presidente  suspender las mañaneras, ante el hartazgo nacional.

A ese sector de la “izquierda”, por cierto,  le cayó muy mal que el historiador Enrique Krauze – “intelectual orgánico” para López Obrador- haya calificado de “extraodinario” el discurso de Biden a favor del respeto a la verdad y la democracia.

Los seguidores del “Trump Tropical”, como lo llamó el perredista Fernando Balaunzarán, lo tundieron con retuits plagados de insultos que no vale la pena reproducir.

Krauze reaccionó a toda esa basura:

“La vergonzosa convergencia de un sector de la izquierda mexicana con el fascista Trump, recuerda el pacto de Stalin con Hitler. Tiempo después Stalin renegó, pero la infamia quedó”.

¡Tómala!

Entre las primeras órdenes ejecutivas que Biden firmó ayer está la terminación de la “declaratoria de emergencia” que se usó para desviar fondos al muro fronterizo con México; la reunificación de indocumentados, y el envío de un proyecto integral sobre inmigración al Congreso.

Y aún así prefieren a Trump y critican a Biden.

***

Se tambalea la reelección de diputado Gerardo Fernández Noroña. El TEPJF confirmó por unanimidad que cometió violencia política de género en contra de la también diputada, Adriana Dávila, PAN.

Noroña, como popularmente se le conoce, acusó a la azul de estar vinculada a la trata de blancas.

“Pásenme elementos para ponerle una chinga la próxima vez que abra la boca”, dijo Gerardo en un mitin “pedorro” -como suele decir- celebrado en octubre del 2019,  en el Congreso de Tlaxcala, sin medir las consecuencias.

Por desbocado le pueden poner “una chinga” al controvertido legislador. El TEPJF amenazó con registrarlo en el padrón de violentos contra las mujeres, si no cumple con las medidas de reparación dictadas por el INE, incluida una disculpa pública.

Eso implicaría que ya no puede registrarse como candidato a nada.

Gerardo ya reaccionó. Puso un tuiter en el que acusa a las autoridades electorales de actuar de manera “facciosa e hipócrita” para manchar su trayectoria. “Pero será el pueblo quien decida mi destino”, aseguró.

La diputada agredida también reaccionó a lo del tribunal. Dice que sienta un precedente jurídico para combatir, con la fuerza de la Ley y las instituciones, la violencia política de género.

“Las mexicanas no debemos temer denunciar, pues además de visibilizarla contribuimos a evitarla”, añadió.

***

La “austeridad republicana” ya llegó a la Arquidiócesis Primada de México. El caso del cardenal Norberto  Rivera, arzobispo emérito, es un ejemplo:

Enfermó de Covid. Su estado es grave. Está intubado y en terapia intensiva. Se fue al Hospital Mocel, confiado en el seguro médico que le proporciona la arquidiócesis.

Allí le comunicaron que el seguro no se había pagado. Le pidieron un depósito de 80 mil pesos para hospitalizarlo. Iba tan mal que decidió internarse. Pagó.

Sus allegados se comunicaron después con la arquidiócesis para pedir ayuda. Le dijeron que no podían hacerse cargo del gasto. El domingo se agravó. Hubo necesidad de pasarlo a otro hospital más equipado. Otra vez le negaron la ayuda. No hay, no hay, le dijeron.

La Arquidiócesis asegura que la atención que requieren los sacerdotes se hace en la red de hospitales públicos con los que se tienen convenios, pero que Carrera Rivera decidió irse a uno privado.

“Esa información es falsa. Primero se suponía que el seguro funcionaba. Ante la gravedad no íbamos a esperar a ver dónde lo recibían. Los hospitales públicos están saturados todos. Ademas, es responsabilidad  de la Arquidiócesis ayudarlo”, dijo el ex vocero del arzobispo emérito, Hugo Valdemar, en entrevista con Pepe Cárdenas.

El cardenal mejora. Ya oxigena bien. “Hay esperanza”, puntualizó el ex vocero.

FIN.
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