Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

El Día Internacional de la Mujer se ha convertido en una potente conmemoración que tiene que ver con la legítima lucha de más de la mitad de seres humanos que claman por acabar no solo con la inequidad de género, sino con las atrocidades que sufren simple y dramáticamente por ser mujeres.

Datos de la Organización de las Naciones Unidas demuestran una subrepresentación o franca desigualdad femenina en materialmente todos los órdenes de la vida humana fuera del estrictamente censal: actividad laboral, percepciones económicas, negocios, deportes, medio artístico, ciencia y cultura.

Si bien esto ha ido revirtiéndose en los últimos años, aún falta mucho camino por andar. Veamos algunas de esas cifras.

En el mundo, apenas 22 países están a cargo de una jefa de Estado o de Gobierno, y 119 naciones jamás han sido encabezadas por una mujer; sólo el 25 por ciento de quienes integran los parlamentos o poderes legislativos son mujeres; 6.6 por ciento de las personas que ocupan las direcciones generales de 500 empresas globales catalogadas como las más importantes son del sexo femenino; de 900 ganadores de premios Nobel, apenas a 53 podemos referirnos como “ellas”; 25 por ciento de líderes de opinión en los medios de comunicación son mujeres; solo una directora de cine ha ganado el Oscar en 92 años de historia de la Academia.

El deporte ha logrado grandes avances de equidad, pero persisten algunas disciplinas que excluyen a las féminas, mientras que la brecha salarial en empleos similares es todavía marcada por el sexo de quienes los ocupan, a favor de los hombres, por supuesto.

En México, los datos recientemente publicados por el INEGI y derivados del Censo de Población y Vivienda 2020, señalan que del total de la población ocupada de 25 años y más que se desempeña en puestos de mando, 39 por ciento son mujeres, mientras que representan el 40.7 % de las judicaturas y magistraturas judiciales, y 44.9% de las posiciones políticas de elección popular.

Las mujeres son propietarias de un tercio de las micro, pequeñas y medianas empresas, y la brecha de género en la carga total de trabajo (remunerado y no remunerado) es de 13.4 horas semanales en promedio, con solo 4.2 horas libres en promedio a la semana. Las mujeres mexicanas ganan 18.5% menos que los hombres y tienen 1.8 veces más probabilidad de perder el empleo con la crisis que atraviesa nuestro país.

Todas estas cifras, palidecen sin embargo cuando llegamos al tema de violencia de género, en un país que registra 10 feminicidios promedio al día, y cientos de miles, millones de conductas inapropiadas, acosos laborales o sexuales, violaciones y cualquier tipo de agresión física o psicológica.

México está profundamente herido, mancillado por el criminal maltrato al 51 por ciento de su población.

Por eso las movilizaciones de esta semana, por eso también la rabia, el grito desesperado y la desesperanza ante lo que llaman el “pacto patriarcal”, que desconoce esa realidad o que trata de ocultarla con omisiones y complicidades, con candidatos violadores o pseudointelectuales depredadores, con un gobierno misógino que hace oídos sordos al reclamo, que exclama un “ya chole” con el feminismo y que cerca el Palacio Nacional con la valla de la ignominia machista.

Es momento de acompañarlas solidariamente en sus exigencias y de dejar de normalizar la triste realidad de la injusticia de género, en la que todos hemos tenido algo que ver, así sea por omisión involuntaria o simplemente por inercia cultural.

Ya basta. #8M2021

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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