Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

No cabe duda que es mejor la versión de Andrés Manuel López Obrador como un tenaz político en campaña electoral que como presidente de la República. Lo suyo es la arenga popular, la plaza pública y las promesas, no las difíciles decisiones de gobierno, muchas veces antipopulares y dolorosas.

Como candidato, criticó duramente a gobiernos anteriores y fue ganando voluntades hasta alcanzar el triunfo electoral. Como mandatario, ha entregado resultados francamente malos: recesión económica, violencia sin control, una gestión sanitaria desastrosa frente a la pandemia y un país profundamente herido por la polarización social.

El líder que ha recorrido el país varias veces es hoy un poderoso jefe de Estado y de Gobierno que enfrenta el desgaste de dirigir un país tan complejo y diverso como México. En medio de graves problemas y de cara a la primera mitad de su gobierno, parece preocuparse más por ganar la elección intermedia del 6 de junio que enfrentar la realidad de cientos de miles de muertos, millones de desempleados, una economía quebrada, como rota la confianza empresarial y de inversión.

Durante 28 meses ha salido todos los días a seguir haciendo campaña; a criticar gobiernos y políticos que ya se fueron; a culpar al pasado de las desgracias presentes; a mentir cuantas veces sea necesario con tal de mantener el apoyo y la aprobación popular que lo llevaron al poder.

El problema es que si como candidato tuvo acceso a ciertos recursos públicos que la ley otorga a partidos y abanderados políticos, como mandatario tiene acceso a un presupuesto billonario que ha utilizado discrecionalmente para programas de propaganda partidista y personal disfrazados de políticas públicas de asistencia social.

Sin importar las condiciones adversas que reclamaban redefiniciones presupuestales, López Obrador mantuvo sin cambio sus obras faraónicas y sus transferencias directas de dinero a estudiantes, becarios y adultos mayores, a costa de una supuesta austeridad que lo que hizo fue eliminar estructuras institucionales y políticas públicas, algunas de ellas muy exitosas.

El presidente de la República tiene muy claro quién es su clientela política y por eso la privilegia con carretadas de dinero, máxime si estamos a 70 días de definir electoralmente si mantendrá o no la mayoría que goza su partido,

Morena, en la Cámara de Diputados federal.

Este es el contexto del anuncio que hizo este domingo en Guelatao, Oaxaca: incrementar la pensión universal para adultos mayores, que incluso se podrá obtener 36 meses antes de lo definido hasta hoy, 65 años de edad.

Nada mal: 10.3 millones de personas beneficiadas con la promesa de pasar de 2,700 a 6,000 pesos bimestrales de pensión de aquí al 2024. Muy oportuno, porque justo inician las campañas electorales para los comicios que ya están a la vuelta de la esquina.

No importa que la pandemia de Covid siga sin control, o que no haya vacunas suficientes para tener esperanza -que no inmunidad- de rebaño. Bueno, sí importa, pero no debe notarse: mientras López Gatell maromea, activistas de Morena usan la distribución de las pocas vacunas que hay para llamar al voto guinda. Desvergüenza total.

Es una promesa, tal cual. Porque este cambio de política de pensiones entrará en vigor hasta julio de 2021, una vez concluida la jornada electoral. Si AMLO mantiene el control cameral, podrá aprobar durante los siguientes tres años un presupuesto que ya no requerirá 135 mil millones de pesos para entregar los apoyos a los “viejitos”, sino 370 mil millones al cierre del sexenio.

Dinero fiscal, de todos nosotros, que bien podría estar disponible si no se hubiera cancelado la obra del aeropuerto de Texcoco, o -paradójicamente- si se hubieran suspendido las absurdas obras de Santa Lucía, Dos Bocas y Tren Maya o si se dejara de echar más recursos al barril sin fondo que es Pemex.

Andrés Manuel López Obrador en campaña y, por lo visto, dispuesto a todo con tal de ganar. Porque de ello depende seguir su proyecto, que una vez amarrado en un Poder Legislativo a modo, podría incluir nuevas reformas constitucionales para hacer realidad su utopía de un país cerrado al mundo de la competencia, a un país donde todos seamos iguales, aunque igualmente jodidos.

AMLO en campaña, que es donde mejor se siente. ¿Y el país? ¡Bah! ¡La culpa es de los de antes!

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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