AMLO y su falso dilema ley-justicia

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Una de las muchas barbaridades que nos ha traído la mal llamada Cuarta Transformación es poner en la discusión pública el falso debate de que la “verdadera” justicia está por encima de la ley.

Vaya locura: Andrés Manuel López Obrador sugiriendo recurrentemente que las normas legales bien pueden violarse en nombre de algo definido como justo ¡por él mismo o por su gobierno! Si eso no es encaminarse a un Estado autocrático y dictatorial, entonces ya no entendí nada.

Lo peor de todo es que este llamado al caos, encuentra eco fiel en los apologistas del régimen, quienes cual loros repiten a la letra la doctrina obradorista: el supuesto fin supremo de la justicia -que solo alcanza ese nivel si es gobiernista- justifica cualquier medio para alcanzarlo, así sea flagrantemente ilegal.

Contratos incumplidos, cancelación de compromisos comerciales internacionales, exoneración de presuntos delincuentes y hasta violadores que pueden llegar a ser gobernadores, artículos transitorios anticonstitucionales, juicios sumarios a opositores. Todo se vale, si ello conviene a un supremo líder que destruye así el andamiaje democrático y legal que paradójicamente lo llevó al poder.

A López Obrador no le gusta la Ley de Amparo, porque ve en ella un chocante obstáculo a sus obsesivas ocurrencias de política pública; desprecia al INAI porque su autonomía implica el riesgo de desenmascarar la supuestamente erradicada corrupción; busca desaparecer al INE porque él quiere ser al mismo tiempo el propietario de los equipos, jugador y árbitro; enfrenta a los medios de comunicación porque no dicen lo que él quiere que digan.

“La justicia soy yo”, sugiere escandalosamente el presidente de la República a quien el mundo mira azorado cómo destruye México.

Y a pesar de mantener una alta popularidad entre los mexicanos, últimamente AMLO sugiere temor de perder su mayoría legislativa en las elecciones del 6 de junio, por lo que acelera la cooptación de cuanto contrapeso amenace su proyecto, fallido a la mitad de su periodo presidencial.

Por eso impulsó un tramposo, velado y profundamente ilegal transitorio en la ley que reforma al Poder Judicial, para asegurar su acompañamiento en los próximos años, pero también para ensayar el margen que pudiera tener para perpetuarse en el despacho principal de Palacio Nacional.

Lo que vimos el pasado viernes en la Cámara de Diputados provoca sentimientos encontrados: por un lado la brillante y vehemente defensa del orden constitucional que tuvo que realizar un viejo personaje de la política mexicana, ante la vergonzosa complicidad de los lambiscones del poder que, como el coordinador de Morena en la Cámara Baja, Ignacio Mier, recitaban puntualmente el oprobioso catecismo de que la 4T está llamada a un objetivo superior, no importa que para cumplirlo se viole la ley.

Nacho Mier, el mismo que justificó una violación sexual por parte de uno de sus compañeros morenistas porque ésta la ejecutó fuera de su jornada laboral, hizo eco del falso y estúpido dilema: “si hay que optar entre la ley y la justicia, nosotros nos ponemos del lado de ésta última”. Depredadores sexuales, corruptos, traficantes de influencias, pillos que pueden ser exonerados si profesan públicamente su fe y ejecutan a la letra el libreto de defensa del gobierno en turno.

No importa que México se vuelva un país sin leyes, si tendremos al autócrata decidiendo por todos qué se vale y qué no; qué servidor público es honesto y quién no; cuándo un dinero es legal (el que recibió su hermano Pío o su prima Felipa) y cuáles recursos provienen del perverso mundo de las componendas y las complicidades; quién debe presidir un Poder Judicial supuestamente autónomo para reformarlo, aunque en ello señale como incompetentes a 10 ministros más, 3 de ellos propuestos por él mismo.

Cuidado. Esto se va pareciendo mucho a la “venezuelización” de México, que muchos advertimos desde hace años y a quienes también nos llevaron, y nos llevan, al patíbulo de los supuestos traidores.

Los traidores son otros, y se notan cada vez más. Nos vemos el 6 de junio en las urnas.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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