AMLO le da la razón a Peña Nieto

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Gracias, jefe Benítez

México compró la refinería más grande de Estados Unidos. Para justificar la operación, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que el petróleo “es el mejor negocio del mundo”.

Puede ser que lo sea, depende del color del cristal con que se mire. Sin duda lo es si se ve desde la óptica de extraer hidrocarburos del subsuelo al mejor costo posible y venderlo en un mercado con precios altos; pero ante la transición energética, es obvio que la refinación ya no será rentable en el mediano plazo (en México ya no lo es desde hace años por una combinación de instalaciones obsoletas y petróleo cada vez más pesado).

El presidente de la República vivió en su niñez y juventud el sueño petrolero de los años setenta, y el acompañamiento ideológico de que los recursos no renovables son de los mexicanos y representan lo más puro e irrefutable de nuestra “soberanía”. Esto cambió con la apertura comercial y la globalización de la economía que López Obrador desprecia y etiqueta como “el periodo neoliberal que privatizó los bienes nacionales”.

La nostalgia presidencial, sin embargo, parece darle la razón a Enrique Peña Nieto, quien también planteó al petróleo como un gran negocio, de ahí su reforma energética. La diferencia es que el antecesor de AMLO planteó un esquema de compartir riesgos y dividir ganancias con inversores privados, estrategia correcta ante un Pemex quebrado y sin posibilidades de canalizar recursos propios a la producción y refinación.

Básicamente ambas visiones están de acuerdo. El problema es que la apertura energética, los socios nacionales y extranjeros, las rondas de subastas de exploración y explotación, los “farmouts” daban viabilidad al negocio, siempre con márgenes más que razonables para el Estado mexicano.

El atavismo ideológico es el problema: “Pemex tiene que extraer su propio petróleo” y, mucho más que eso, “debe refinarlo para producir los combustibles que necesitamos para satisfacer única y exclusivamente la demanda interna”.

Ahí es cuando un buen negocio se derrumba y se encamina a acentuar la quiebra de Pemex, empresa estatal agobiada por una deuda de más de 100 mil millones de dólares y pérdidas financieras consuetudinarias durante los últimos años.

En todo caso, Andrés Manuel López Obrador coincide con Peña Nieto. La misma mano de póker, pero distinta estrategia de juego: el neoliberal priísta quería hacer crecer el gran negocio, aunque con socios; el demagogo estatista ve la misma oportunidad, pero quiere volver a un modelo agotado y le mete dinero bueno al malo.

Aquí una de las razones por las que el semanario The Economist llama al mandatario mexicano “el falso mesías”. Habrá quien le crea que Pemex nos sacará adelante, pero eso es un engaño de quien también prometió crecimiento económico, salud y medicamentos para todos, seguridad pública y “abrazos, no balazos”. Nos promete redención (es un mesías) y nos engaña simplemente porque eso no será posible.

La apuesta de Palacio Nacional por la refinería Deer Park bien podría haberse hecho en el periodo neoliberal: garantizar la comercialización de nuestro petróleo en un mercado complicado. La diferencia es que vamos solos, más solos que nunca.

Y al final del juego, la realidad también le dará la razón al defenestrado (aunque indefendible) Enrique Peña Nieto: México seguirá importando gasolina y diessel, aunque se lo “compre” a sí mismo.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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