Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Eso sí, queda claro. La iniciativa de contrarreforma eléctrica de Bartlett y el presidente de la República, que intentan —ahora a nivel constitucional— lo que antes objetaron varios jueces especializados, nos da una idea de la desorientación y desesperación con sus proyectos malhadados. ¿Acaso resulta improbable que éste prospere en la Cámara de Diputados frente al previsible rechazo no sólo de una mayoría parlamentaria, sino también de las más diversas instancias o asociaciones a nivel nacional e internacional?

Con el PT y el PVEM, sus principales aliados, Morena reúne 277 votos de los 333 que se requieren para cambios constitucionales, o menos según el número de ausentes que disminuyen la asistencia y los votos necesarios.

Este 6 de junio los electores le quitaron al partido en el poder la posibilidad de mayorías fáciles en sus pretensiones más forzadas y peculiares. De hecho, si quisieran imponerlas ante la enorme dificultad de convencer con argumentos válidos, se verían obligados a destinar grandes cantidades de dinero a corromper el proceso y, de paso, podrían desaparecer algún partido en medio de su desprestigio.

En principio, veo que los 56 votos que les faltan tendrían que venir del PRI (tiene un total de 71), de Movimiento Ciudadano (23 en total) o del PRD (14), en tanto que el PAN cuenta con 114. Todos ellos han sido denostados por el primer mandatario, y, salvo unos viejos priistas, difícilmente encontramos partidarios del regreso a un antepasado que ya conoció el fracaso.

¡Descomunal tarea! Sobre todo, ojo, no se trata de escoger una ideología en vez de la economía, tampoco del peor pasado en lugar de un probable mejor futuro, ni de la intuición o la anécdota en contra de la razón, la técnica y la inteligencia. En suma, no es cuestión de “creer” en algo, sino de decidir con base en elementos más tangibles de las experiencias y las perspectivas en México y el mundo.

Frente a una pseudoizquierda tan extraviada como regresiva, creo que podría prevalecer una verdadera izquierda centrista y progresista en el marco de la globalización y la competencia internacional. No debería ser aceptable una mayor polarización, en la cual se contraponen el pueblo y las empresas privadas… ¡a “escoger”: aquél en lugar de ellas; la eficiente inversión privada en contra del pueblo pobre!

Al contrario, el crecimiento económico tendrá que generar riqueza y empleos productivos para combatir eficazmente la pobreza. Sin duda, la inversión pública y privada, tanto nacional como extranjera, será fundamental con atención a las mejores tecnologías, la menor contaminación, los precios no subsidiados, la capacidad competitiva y el desarrollo futuro.

Así, oigan, si alguien propone exhibir a los diputados según su voto, eso podrá hacerse respecto a aspectos técnicos y tangibles hacia el futuro de nuestro país, no con relación a intereses políticos o una ideología en particular. Ni modo, el primer interesado va a intentar cualquier cosa.

* MUY GRATO EL RECONOCIMIENTO del Senado de la República con la entrega de la Medalla Belisario Domínguez a la Maestra Ifigenia Martínez, mi directora en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM cuando estudié allí la licenciatura. Siempre recuerdo esos años tan agitados en una Asamblea: yo entre la bola de estudiantes a un metro del escenario en el que ella casi lloraba ante las complicaciones que se asociaban al movimiento estudiantil, apenas a unos minutos de que había estado dominando la reunión con mano dura, como de hombre… y hombre malo.

Fue la primera mexicana en egresar de un posgrado de la Universidad de Harvard. Luego me acompañaron sus textos señeros sobre la distribución del ingreso en México, a la vez que desarrolló una importante carrera académica, profesional y política. Destaca su participación con Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en la creación de la Corriente Democrática, como escisión del PRI que dio origen al PRD, si bien más tarde ha tenido que consentir —¿en reciprocidad a halagos presidenciales?— algunas mentecateces del llamado Movimiento de Regeneración Nacional.

De hecho, también los otros dos fundadores de la corriente democratizadora del PRI se fueron por ahí en un tiempo, aunque luego han alcanzado a corregir y distanciarse de esos errores o excesos demagógicos y, en realidad, nada progresistas. Algunos que no son tontos se han mantenido allí por amistad, compromiso, necesidad, estrategia o vil oportunismo. Cada quién, pues.

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