Destrucción institucional

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

La capacidad de destrucción de la mal llamada Cuarta Transformación es inaudita: en apenas tres años colapsaron diversos entramados institucionales que funcionaban razonablemente bien incluso antes que el señalado y perverso “periodo neoliberal”.

Programas asistenciales, atención a la salud, gestión de desastres, coberturas financieras, ciencia aplicada, promoción cultural, tramitología y regulaciones de todo tipo. Casi todo ha sido trastocado con la enfermiza idea de que estaba mal y que era menester destruir aunque no se propusiera nada funcional a cambio.

El engaño del combate a la corrupción y de la austeridad republicana no termina ahí. En algunos casos, como el del Estado Mayor Presidencial, simplemente se dijo que desaparecería pero ahí sigue, con el nombre de “Ayudantía”; en otros, más deleznables porque ha implicado pérdida de vidas humanas, el nombre de “Seguro Popular” cambió al de “Insabi” solo para propiciar el mayor caos que se recuerde en el abasto de medicamentos en México.

El automóvil Jetta transformado en Suburban blindada; el apelativo “Bienestar” en lugar de “Prospera” o Solidaridad”; el palacio colonial en vez del complejo de “Los Pinos”; el burócrata disfuncional recomendado que suple al impecable experto técnico; los precandidatos convertidos en “corcholatas”.

Empeñado en erigirse como héroe nacional de un nuevo capítulo histórico, Andrés Manuel López Obrador desdeñó lo construido en décadas de una evolución institucional que -con todo y sus graves defectos- le permitió a él mismo subsistir y sobrevivir con recursos públicos, primero, y llegar al poder por la vía legítima de las urnas, después.

Hace justo un año, destruyó decenas de fideicomisos con muy diversas encomiendas que eran cumplidas adecuadamente. Prometió mostrar evidencia de las razones de su destrucción en 10 días y han pasado 365 jornadas en las que también despidió a cientos de miles de expertos en economía, finanzas, energía, sustentabilidad ambiental, administración pública, manejo hídrico, agricultura, ganadería, pesca y decenas de especialidades más que trabajaban en dependencias ahora saqueadas de capital humano.

Este gobierno ha querido, sin éxito, erradicar al talento más acabado en materia electoral, geografía y estadística, telecomunicaciones, hidrocarburos y electricidad. Y no por falta de tiempo, sino porque las propias instituciones han resistido estoicamente el embate del autoritarismo presidencial.

No es broma. Hemos sido testigos de la ineptitud del vocero oficial que emite mensajes con graves errores de gramática básica o hasta de ortografía; la ignorancia de un recién nombrado comisionado energético que desconoce lo que es un Certificado de Energías Limpias; el desperdicio del tiempo de un canciller que compra pipas de gasolina; la ignominia del epidemiólogo oficial mentiroso y soberbio, o la vergüenza de legisladores del partido oficial que se arrastran en la ignominia de la adulación al jefe máximo.

Podría ser de risa, pero es de tragedia. Y para botón de muestra el desastroso manejo de la crisis hidráulica de esta temporada de lluvias, con instancias de los 3 niveles de gobierno incapaces de articular decisiones preventivas que probablemente no hubieran evitado las graves inundaciones en el Valle del Mezquital, pero sí decenas de muertes.

La exposición de motivos de la iniciativa de reforma eléctrica es un bodrio propio de un manifiesto ideológico, y no de una propuesta de políticas públicas para mantener a México en el rumbo del progreso, del crecimiento, del desarrollo y de la sostenibilidad.

Simplemente todo es culpa de los de antes. Por eso engañan con empezar desde el principio, cuando lo que hacen es desaprovechar el camino andado. Hacen como que las cosas cambian y solo convierten estrategias sociales bien enfocadas en reparto indiscriminado de dinero a las clientelas electorales, necesitadas de apoyo o no.

La 4T ha recuperado el concepto de “burócrata” de la picardía mexicana de hace 50 años: no importa si estás preparado, el chiste es que te pongan “donde haya” y que seas absolutamente leal al patrón.

Hasta en eso este gobierno se empeña en regresar a la década de los setenta. Aunque se pudra lo poco o mucho de lo bueno que se logró en el último medio siglo en el que, por cierto, México salió del subdesarrollo absoluto para llegar a ser una de las 10 economías más importantes del mundo. Aunque les duela a los que piensan estúpidamente que nuestra querida Nación apenas vio la luz en 2018, apenas hace 3 años, el peor trienio de la historia mexicana.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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