Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

A punto de iniciar su cruenta incursión a tierras ucranianas, Vladimir Putin, el autócrata ruso que ha acumulado riqueza y poder en medio de la discreción que es propia de un exespía, se veía muy confiado ese miércoles 23 de febrero. Ahora se acaban de cumplir 4 semanas de esta invasión en un país soberano y todo es tan distinto.

Al percibir esto su optimismo se ha visto desbancado por una frustrante desesperación, que agrava los riesgos pues no hay forma de que gane. Veamos.

Este mes he leído los artículos del columnista estelar de The New York Times, Thomas Friedman, cuyas conclusiones son desmenuzadas por el articulista de la sección Negocios de Reforma, Jorge A. Meléndez (15/III), quien añade unos penetrantes párrafos sobre la necesidad de “Salvar cara” en diversas negociaciones.

Miren, todavía falta lo peor en cuanto a inestabilidad global, ya que Putin no tiene una buena forma de salirse y eso nos debe espantar. Su opción radica en cómo perder y ser humillado: de manera rápida y perdiendo poco, o en un largo proceso que le signifique perder mucho. Sobrestimó su capacidad destructiva, y subestimó la resistencia ucraniana con fuerte apoyo internacional. Está arrinconado y no le conviene provocar más sangre para tratar de negociar a su favor.

Igual, el presidente Biden y otros ya lo califican de “criminal de guerra”: un dictador asesino, un matón puro que lanza ataques inhumanos. Al interior de Rusia ni él ni sus compatriotas podrán tolerar la humillación o los problemas económicos que habría traído alguien obsesionado con una madre patria de alcances imperiales.

El corolario viene a ser: “No hay forma de que el tirano gane en Ucrania”, y a partir de sus cálculos erróneos está acorralado sin la posibilidad de una solución positiva y rápida, ante el riesgo de que pueda llegarse más tarde al peor escenario de una amenaza nuclear, lo cual resulta esencial evitar. Esta guerra es suya y, bajo tantas presiones, le costará demasiado admitir su derrota.

En fin, tal vez se deba negociar algún tipo de neutralidad fuera de la OTAN, aunque en el caso de que el conflicto y las pláticas se prolonguen las repercusiones en el mundo podrán ser enormes. Habrá que estar muy atentos y, la verdad, es lamentable que no dan mucha confianza las posibles reacciones del actual gobierno mexicano.

* ACÁ EN MÉXICO SE comprueba que “la peor política exterior, es la política interior” con las participaciones presidenciales en el Consejo de Seguridad de la ONU, algunos nombramientos de cónsules y embajadores, los distractores de broncas internas como la “pausa” española, los discursos rudimentarios en las relaciones con Estados Unidos, o el vergonzoso comunicado en contra del Parlamento Europeo. Sabemos que ‘el mundo’ no es el fuerte de AMLO, y con un buen equipo era innecesario que lo fuera. Pero, al igual que en otros casos, no escucha a los especialistas y hasta celebra sus propios errores.

En materia de Salud, el desastre anunciado se destapa al fracasar la idea de una solución con el llamado INSABI, que ya se da por frustrado y empieza a ser sustituido en el cuarto año del sexenio. Buscan ahora otro esquema de atención médica universal y gratuita, que recuerda al desaparecido Seguro Popular (me precisa un actuario que sí era seguro y sí era popular), con apoyos fiscales aún no bien calculados y efectos nada claros sobre el IMSS, del cual lo cuelgan (antiguo sistema IMSS-Coplamar).

El referéndum de Revocación de Mandato se confirma como un ejercicio de demagogia populista (sólo lo hay en otros 3 países: Venezuela, Bolivia y Ecuador) con un conjunto de trampas, distorsiones y abusos que rebasan la retórica para torcer la Ley, convertirlo en una Ratificación de Mandato, romper el concepto sexenal o fortalecer a un presidente en su proyecto personal en estas y futuras elecciones contra los odiados “conservadores” (la democracia se diluye al verse cooptada por un partido que trata de disolver o controlar al INE). A partir de ello, participar o no será una decisión de cada uno.

Y a medio sexenio la popularidad personal del actual mandatario se siente bastante alta al considerarse los pocos logros de su gestión y al ser comparada con la más reciente de Peña Nieto (baja y decreciente). Pero, ojo, no lo es tanto al observar que con Salinas, Zedillo, Fox o Calderón se registraron niveles similares o hasta mayores… sin las políticas populacheras de hoy (comunicación, reparto de dinero).

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