2023, el principio del fin

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

No son pocas las personas que creen ciegamente en las 100 mentiras que en promedio dice Andrés Manuel López Obrador durante cada una de sus ya desgastadas mañaneras, que llegaron estos días a la cifra mágica de mil encuentros dizque circulares y a 100 mil embustes presidenciales.

Al iniciar el quinto año del desastre, el gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación se sostiene en dos pilares: la popularidad del presidente ganada a punta de billetazos, dádivas entregadas en nombre del mandatario pero utilizando recursos públicos, y la pandemia de Covid 19 que azotó al mundo y a México durante más de la mitad de ese lustro. ¿Por qué?

Simple. 25 millones de beneficiarios de transferencias de dinero garantizan una buena cantidad de votos (por cierto, no necesariamente esa cantidad), como lo reconoció sin rubor el presidente de la República hace unos días, cuando dijo que dar dinero a los pobres no es una política pública sino una estrategia política. Te doy lana para que me quieras y me respaldes, pero también para que votes por la continuidad, sin importar que la economía no crezca, que las medicinas no lleguen y que los muertos por violencia se cuenten por decenas de miles.

¿Pero qué tiene que ver la pandemia en todo esto? López Obrador también lo confesó en su momento: el Covid le cayó “como anillo al dedo”. Y cómo no, si le regaló el pretexto perfecto para justificar la inamovilidad gubernamental y el déficit absoluto de logros de política pública. Así, las culpas que no se pueden trasladar a gobiernos pasados se cargan a la cuenta del virus asesino.

La tragedia nacional inició con la 4T misma, mucho antes de la pandemia, pero la magnitud de ésta última le regala a esta farsa una inmensa alfombra para echar debajo de ella la basura que no son capaces de barrer, incluídos paradójicamente más de 700 mil fallecidos cortesía de la incapacidad del “doctor” Hugo López Gatell, pero también el desmantelamiento de todo el sector salud, el desastre educativo, la falta de inversión pública y privada, y la rampante inseguridad.

En nuestro país los periodos de gobierno no son de 4 años, lo que hubiera permitido cerrar esta administración incluso apelando a clamar una segunda oportunidad porque la siempre bien intencionada 4T tuvo el mal fario de enfrentar una emergencia sanitaria.

Pero no. Hay que malgobernar 2 años más, no con el objetivo de corregir, de mejorar, de reconocer fallos y aprovechar experiencias, sino simple y llanamente de ganar la elección constitucional de 2024.

Sin embargo, con todo y el respaldo de millones de personas, mucho menos de la mitad de la población como falsamente quiere hacer creer la propaganda oficialista, la terca realidad se impone, porque 2023 inicia ya con el cobro de facturas políticas pendientes y con serios descalabros para el presidente que perfilan el descenso del inmenso poder que tuvo y aun tiene, merced a un ejercicio de gobierno vertical que roza el autoritarismo. Lo que pasó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en el Tribunal Federal Administrativo, donde no se pudo imponer la voluntad presidencial, son clara muestra de que Andrés Manuel López Obrador ya no es el mismo.

Habrá que sortear maniobras leguleyas como violar la Constitución con reformas legales secundarias o, peor todavía, resistir el embate de una mayor radicalización desde Palacio Nacional, como una suerte de estertores del moribundo que se levanta de su lecho para celebrar que dos visitantes distinguidos utilicen su desierto y polvoso aeropuerto, a la par de aprehender al delincuente que hace no mucho dejó ir.

Hablo del principio del fin personalísimo de AMLO, no de su perniciosa herencia, que hasta antes del fatal choque del metro capitalino este sábado, todavía tenía en la figura femenina de la cola de caballo la posibilidad de mantener indirectamente el poder en la fase final de su vida política o incluso física, dada su edad y su estado de salud terrenal.

El desenlace en el plano político depende, por cierto, no solamente de la oposición, sino de los propios grupos de ese monstruo que el tabasqueño creó y que no falta mucho para que ya no pueda controlar: Morena.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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