Carlos Arturo Baños Lemoine.
El pasado martes 21 de febrero, una pandilla de “trans” vandalizó la entrada del Congreso de la Ciudad de México y agredió al personal de seguridad del mismo. Más que a protestar, los transfascistas fueron a agredir, a ejercer violencia ilegítima, a delinquir. Y nadie podría esperar otra cosa, porque ya sabemos que los grupos que promueven la “ideología de género” traen el fascismo en las venas, ya que los mueve el propósito de imponerle a toda la sociedad sus ideas dogmáticas, irracionales, caprichosas y totalitarias.
La pandilla “trans” iba molesta porque no le gustó la reciente iniciativa de ley propuesta por la Diputada América Rangel, del Partido Acción Nacional; iniciativa que propone castigar penalmente a las personas que sometan a tratamientos hormonales y a intervenciones quirúrgicas a los menores que deseen “cambiar de sexo”.
La iniciativa de la Diputada América Rangel es sumamente sensata y pretende, ante todo, salvaguardar el interés superior del menor, sobre todo en estos tiempos tan extraños y pervertidos donde hay gente que, llevándole la contraria a la biología y a la ciencia misma, cree absurdamente que una persona puede cambiar de sexo y, lo que es peor, cree que un niño puede tomar una decisión tan trascendente como tomar hormonas y someterse a cirugías pensando que “puede cambiar de sexo”. ¡Una total aberración!
Cualquier psicopedagogo sabe que el desarrollo de la personalidad de un individuo es un proceso largo, que se da a través de muchos años y de varias etapas. Los niños son sumamente influenciables, sobre todo por aquellas personas adultas que los rodean y que les proveen alimento, cobijo, techo y cariño. A través de mecanismos de condicionamiento operante (conductismo), los niños pueden asumir como propias las ideas de los adultos que los rodean, por muy absurdas que sean estas ideas.
Por ello, se da por entendido que las decisiones más trascendentes de una persona deben ser tomadas en la etapa adulta, cuando la persona ya es capaz de actuar conforme a un criterio más amplio que, incluso, puede llegar a cuestionar radicalmente y a rechazar las ideas aprendidas en la niñez. Insistamos: se trata de psicopedagogía elemental.
Pero esto no lo entienden (o no lo quieren entender) los colectivos de la “diversidad sexual”, específicamente los colectivos de “trans”, y, por ello, recurren a ideas baratas para responder a ideas sensatas: han llamado “transfóbica” y “conservadora” a la Diputada América Rangel, quien sólo ha apelado a la ciencia para sustentar su iniciativa. De hecho, la diputada panista ha subido a sus redes sociales varios casos de personas que, en su niñez, fueron sometidas a la absurda “reasignación de sexo” para, en su adultez, arrepentirse dolorosamente ante los cambios irreversibles.
Pero el mundo está de cabeza, el mundo está al revés, el mundo está invertido, y, por ello, quienes se quejan de “intolerancia” no dudan en actuar con violencia y oscurantismo ante las personas que sólo se basan en la lógica y en la evidencia empírica.
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