Hay Poder Judicial… y esperanza

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

La decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, anunciada la noche del viernes y que da entrada al recurso presentado por el Instituto Nacional Electoral para alegar la inconstitucionalidad del llamado Plan B, es la mejor noticia en mucho tiempo.

Valiente, el ministro Javier Laynez Potisek dio entrada al recurso y ordenó suspender indefinidamente el bodrio de leyes que aprobaron los legisladores de Morena para darle la vuelta a la Constitución -que meses atrás trataron de modificar sin éxito- y con ello desmantelar una de las instituciones más reconocidas y queridas en México, por ser ícono y baluarte de nuestra joven democracia.

No deja de parecerme inverosímil que quien llegó al poder gracias a un complejo pero funcional entramado electoral basado en una institución ciudadana y de ciudadanos, no tenga empacho hoy en desacreditarla y aún destruirla para evitar que así como ganó una elección pueda perder la siguiente.

Y sí, no es de creerse la burda política que ejerce Andrés Manuel López Obrador y su partido oficial y oficioso, desde campañas anticipadas con uso de recursos públicos, hasta la descarada intención de destruir al INE con el pretexto de la rancia austeridad republicana, esa que no ha existido para tirar a la basura cientos de miles de pesos en compra de votos, en un aeropuerto sin aviones, en una inundada refinería sin gasolina y en una ecocida vía férrea que nunca funcionará.

No puede ser “cara” la democracia en un país con apenas tres lustros de contar bien sus votos, donde la alternancia política ya es normal y en cuyo seno institucional nació la inmensa legitimidad de la mal llamada Cuarta Transformación, dilapidada en 4 años y medio de ocurrencias sin sentido, una gran soberbia política cuasi mesiánica y -hay que decirlo una vez más- un gobierno fallido.

Esa soberbia de Andrés Manuel López Obrador le hizo calcular que en 2021 mantendría su mayoría calificada en la Cámara de Diputados y con ello modificar el texto constitucional en materia electoral. Los sufragios bien procesados y contados le dieron un golpe de realidad y aún así trató de presionar para lograr su propósito. No lo consiguió.

Ha sido detenido el llamado plan B para culminar una estrategia con claros fines autocráticos, y lo más probable es que la elección de 2024 se de con

las mismas reglas y con el mismo INE del que nos sentimos orgullosos. Porque no tengo duda de que el pleno de 11 ministros declarará la inconstitucionalidad del despropósito. Y entonces el pueblo decidirá legítimamente si se le da otra oportunidad al desastre de la 4T.

Ganará la democracia aunque haya nuevos intentos legaloides, como el del lambiscón presidente del Senado, Alejandro Armenta, quien se saca de la manga una iniciativa para que jueces y magistrados sean electos por voto directo de la población. El senador rápidamente hace su abyecto esfuerzo para paliar el enojo presidencial contra un Poder Judicial revitalizado en su papel de contrapeso como uno de los tres poderes de la Unión: tampoco lo lograrán.

Ganaremos los mexicanos aunque el ahora llamado Plan C quiera imponer como consejeros electorales a personajes claramente ligados al oficialismo. Ya están las quintetas, pero también los votos para que los incondicionales no alcancen la mayoría necesaria.

Quedará el último recurso legal de la insaculación y aquí apelaremos a la suerte. Pero la batalla se habrá dado digna y gallardamente.

No podemos cantar victoria, pero sí se mantiene la esperanza.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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