El “yo no fui” del 5º año

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Han pasado ya 54 meses de este gobierno cuya cabeza, Andrés Manuel López Obrador, prometió pacificar al país desde el mismo día que asumiera la presidencia de la República. Es obvio que no lo cumplió pero se atrevió a pedir seis meses para empezar a ver los primeros resultados de su estrategia contra el crimen organizado: nada. Luego reclamó un año más y el número de muertos siguió creciendo, mientras el mandatario hacía frecuentemente maromas argumentativas para hablar de supuestas tendencias en vez de números absolutos. Ridículo, por no decir mentiroso.

Hoy, a falta de un año y 4 meses de concluir su periodo presidencial, se ha rebasado la cifra total de personas asesinadas en México durante todos y cada uno de los sexenios anteriores completos. El dato es brutal, incontrovertible e inatacable, porque además proviene de las propias cifras oficiales de la mal llamada Cuarta Transformación, que efectivamente transformó estos años en los más violentos de la historia nacional.

Ante tal panorama, al mandatario no le quedó otra más que aceptar que las cifras son reales, pero deslizó sus dos nuevas y últimas ridiculeces que quedarán inscritas como tales en los anales del anecdotario de la postverdad y la pantomima mexicanas: culpar del desastre a gobiernos anteriores, ya transcurriendo el quinto año del propio y, de risa loca, pedir a los periodistas mañaneros sumar los muertos registrados desde Carlos Salinas de Gortari y presidentes subsecuentes para que el acumulado supere el tétrico registro en los tiempos supuestamente estelares de la 4T.

Vaya tomadura de pelo, que replican obsequiosos los lambiscones, que ya sabemos que lo son. Pero lo grave no son sólo ellos, sino los normalizadores del caos, esos opinadores que siempre encuentran la forma de justificar las decisiones del “único líder social que ha tenido México en los últimos años” y que, aún cuando aceptan algunos de los errores de su ídolo, machacan con que el problema actual no es lo que sucede, sino lo que no propone la oposición para solucionarlo. Ver para creer: la culpa no es de quien gobierna sino de quienes aspiran a sucederlo, claman molestos quienes por cierto responsabilizan a otros de haber votado por López Obrador o incluso se llaman engañados por este último cuando -sobrados de supuesta autoridad moral y carentes de rigor analítico ante lo obvio- promovieron el sufragio a favor del populista y de la autocracia que siempre ha perfilado.

Los angustiados periodistas militantes no hallan, ahora resulta, cómo aceptar que simplemente se equivocaron, que este gobierno no es responsable de más de 156 mil muertos por la violencia, o de otros 750 mil fallecidos por una mala gestión sanitaria. ¡Qué oposición tan mezquina que no ofreció alternativas oportunas para que la economía mexicana no dejara de crecer y sea hoy más pequeña que en 2018! El venerado AMLO no puede ser culpable de 5 millones más de pobres y de una crisis fiscal en ciernes ocasionada por el monumental gasto de apoyos sociales inútiles. El PRIAN debió gritar más fuerte para que hicieran caso y no habilitaran un aeropuerto chafa o construyeran una refinería que ha duplicado su costo original y que no ha refinado nada. López Obrador no debe manchar su plumaje ni con la mínima responsabilidad de la escasez de medicamentos, porque eso es culpa de los empresarios farmacéuticos. Los niños mexicanos de hoy, algunos acusados de golpistas, son incompetentes en lo académico, pero mañana tendrán habilidades suficientes para la grilla de las asambleas comunitarias, aunque sus coetáneos extranjeros los arrasen en la competencia feroz por las oportunidades laborales.

Hay que decirlo claro de nuevo, para los Volpis, las Warkentins y Viris, los Zepeda Patterson es bueno crecer 1% trimestral aunque desaprovechemos la oportunidad histórica de la relocalización económica mundial, que no se repetirá y que podría detonar exponencialmente el desarrollo. Qué importa que haya corrupción rampante si ya la había antes, justifican ante la inutilidad del pañuelito blanco. Y ni qué decir de los Hernanes, las Patricias Armendáriz, los Armenta, los Gutierritos, las Citlalis, las Andreas y hasta los españolitos guerrilleros, para quienes a pesar de todo México se parece cada vez más a Dinamarca y hasta le creen el cuento del almirante secretario: ¡seremos una potencia marítima!

Todo, absolutamente todo se vale, con tal de no exhibir a Andrés Manuel López Obrador como lo que es: un gobernante fallido, antidemocrático, autoritario, mentiroso, ignorante, conservador y hasta misógino, aunque las feministas chairas también tengan otros datos. Simplemente “él no fue”.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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