Hay corrupción, pero “poquita”

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Con tanta frecuencia como cuando sucede, o sea diariamente, señalo en mi podcast “Momento Financiero” las arteras mentiras que sin pudor alguno escupe cada mañana el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Mi compañero y amigo de transmisión, Mauricio Flores, me dice que eso ya no es novedad y que hay que omitirlo porque “ya chole”. Difiero, porque estamos hablando de un jefe de Estado y de Gobierno que tiene la obligación constitucional, política y ética de informarnos con absoluta veracidad y transparencia todos los asuntos relevantes de la gestión pública en México.

 

El mandatario miente flagrantemente cuando asegura que México está creciendo adecuadamente; cuando habla de una absurda tendencia a la baja de homicidios en el sexenio más violento de la historia, o cuando se autoinstala en el Altar a la Patria donde anhela estar al lado de Madero y Juárez.

No dejó de sorprenderme el mandatario en la semana que termina cuando, acorralado por la terca realidad de las prácticas fraudulentas en SEGALMEX, aseguró miserablemente que es el único caso de corrupción en su gobierno. ¿En serio, presidente? Bueno, más allá de reclamarle el descaro de decir que sí hay corrupción pero poquita, como si ello fuera un atenuante, permítame refrescarle la memoria, don Andrés.

¿En qué cajón de malas prácticas coloca las decenas de propiedades inmobiliarias y empresariales de don Manuel Bartlett Díaz, en otros tiempos su villano favorito por priísta, corrupto y mapache electoral? ¿Qué opina de las ventas de equipo médico a instituciones de salud públicas por parte de su hijo (el de Bartlett, no el suyo, del cual ya hablaré)?

Supongo que no es corrupción la colección de casas que con su arduo trabajo han comprado John Ackerman, alguna vez su “ideólogo” y su esposa Irma Eréndira Sandoval, a quien corrió de su gabinete sin dar ninguna explicación al respecto. Tampoco debe serlo la venta de maderas preciosas producto de la brutal tala peninsular para construir el Tren Maya, o la reutilización inexplicada de acero con el que se construía el nuevo aeropuerto capitalino en la restauración de la inacabada Línea 12 del Metro. ¿No es corrupción que la refinería inconclusa Dos Bocas lleve consumido el doble de su presupuesto original?

 

Me gustaría saber si no considera una mala práctica con recursos públicos los viajes del general secretario de la Defensa Nacional, o el uso no oficial de aeronaves militares para la familia de la diputada Andrea Chávez, cercanísima a su hermano tabasqueño Adán Augusto López. ¿Se siente “a gusto” con ello, presidente?

Y bueno, ¿en verdad cree que ya se nos olvidó la casa gris de su hijo mayor o los negocios de los amigos de Andy, el siguiente de sus príncipes, o los sobres amarillos con dinero recibidos por sus hermanos Pío y Martín?

Debo decirle también que apenas me asomo a casos de presunta corrupción patrimonial y económica (la robadera, como usted mismo dice, pues). Pero cuando se es servidor público, le informo que la omisión también es corrupción, porque están involucrados bienes de la Nación financiados con dinero de todos los mexicanos.

Sí, presidente: su omisión y la del criminal doctorcito Hugo López Gatell que provocó la muerte de casi 800 mil mexicanos. También es corrupción no hacer nada, salvo abrazar y proteger delincuentes, cuando México se desangra en balaceras, crímenes y masacres que usted asegura que ya no hay. Por cierto, también es corrupción darle responsabilidades públicas a personas incapacitadas solamente por ser muy leales a usted y a su chocante 4T.

 

Y si me apura un poco, también es corrupción gastarse millones de pesos de nuestros impuestos en simular que sus corcholatas hacen campaña electoral, prohibida pero justificada con retórica dominguera. O pagar, por supuesto no de su bolsa, una fiesta a cinco años de su triunfo electoral en la que, además de todo, no hay nada qué celebrar.

Fue corrupción, señor presidente, haber dedicado la última semana a preparar su dizque celebración, en vez de ocuparse -aunque fuera con un simple pésame- de los muertos y de sus familiares, del abasto de luz eléctrica, de la guerra en Chiapas o simple y llanamente de la gobernabilidad de este país, carajo.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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