Kundera: letras contra el totalitarismo comunista

Carlos Arturo Baños Lemoine / Ciudadano Cero

Carlos Arturo Baños Lemoine.

El pasado martes 11 de julio murió Milan Kundera, uno de los literatos más importantes del siglo XX y, me atrevería a decirlo, de toda la literatura occidental. Sus letras se constituyeron como una crítica devastadora en contra del asqueroso y aborrecible mito del comunismo; un comunismo que él conoció muy bien porque lo padeció desde la adolescencia y desde el fondo de sus entrañas.

Su literatura conjugó magistralmente la estética narrativa y la crítica social. Se trata de un escritor que describe muy bien la putrefacta sociedad que creó el comunismo en la Rusia Soviética y en sus colonias en Europa del Este.

Milan Kundera se suma a la larga lista de intelectuales que, poco a poco, tomaron distancia del totalitarismo comunista hasta romper definitivamente con éste; intelectuales que terminaron por descalificar, con sólidos argumentos y suficiente evidencia empírica, el mito de la “dictadura del proletariado”, el mito de la “sociedad sin clases”, el mito del “gobierno de la clase obrera”, el mito de la “emancipación de los trabajadores”.

Históricamente, Kundera se suma a la obra de los rusos Aleksandr Solzhenitsyn y Víctor Serge; de los checoslovacos Vaclav Havel, Jan Patocka y Pavel Kohout; del polaco Leszek Kolakowski; de la húngara Agnes Heller; de los cubanos Heberto Padilla, Guillermo Cabrera Infante, Huber Matos y Reinaldo Arenas; y de un largo etcétera.

Maestro de la literatura distópica, al igual de George Orwell, Ray Bradbury, Aldous Huxley, Orson Welles y Arthur Koestler, Milan Kundera logra exhibir la trampa totalitaria que se halla detrás de muchas “buenas causas”. En nombre de “la humanidad” se han cometido muchos crímenes contra la humanidad. En nombre de “los derechos humanos” se han violado sistemáticamente estos mismos derechos.

Desde su primera novela, La broma (1967), Milan Kundera logra exponer los nefastos alcances de los regímenes totalitarios: incluso una broma puede ser considerada como un acto subversivo e insurrecional. Mofarte del dogma oficial o criticar a los gobiernos en turno puede llevarte a la cárcel, al destierrro, a la horca, al cadalso, a la silla eléctrica o, al menos, al ostracismo y a la muerte civil.

Kundera escribe lo que vivió: por criticar al régimen comunista de Checoslovaquia fue marginado socialmente, al grado de tener que dejar su país para poder seguir viviendo. ¡Y pensar que hay imbéciles que hoy en día siguen defendiendo al comunismo!

Y, más allá del comunismo, la literatura de Milan Kundera nos enseña que el virus del dogmatismo y del totalitarismo inocula a los gobiernos, a los partidos políticos, a los medios masivos de comunicación, a las escuelas, etc. Para ejemplo de nuestros tiempos, allí tenemos a esa basura mental de la “ideología de género” (feminismo + rollo LGBTIQ+), verdadero esperpento de estupidez dogmática y de imposición ideológica.

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