Pobreza y política

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Tiene razón el presidente Andrés Manuel López Obrador en celebrar y presumir que la medición de pobreza general en México haya arrojado el resultado positivo de que 5 millones de personas salieron de una situación de carencias básicas en lo que va de su gobierno.

Pero es el mismo mandatario el que hace evidente el uso político que siempre le ha dado al tema, ya fuera priísta, perredista, morenista o aún como jefe del Ejecutivo Federal, donde destina cientos de miles de millones de pesos a paliar la insuficiencia de ingresos de una buena parte de la población. Los pobres votan y apoyarlos genera popularidad, aunque en ello no vayan políticas públicas de desarrollo económico, empleo o generación de riqueza.

López Obrador muestra su mezquindad porque exige que se difunda solo un lado de la moneda, y por otro lado descalifica los datos de esa misma medición del CONEVAL que ubican a 400 mil personas más en situación de pobreza extrema entre 2018 y 2022 o, peor aún, no quiere saber nada de 30 millones de mexicanos -sí, 30 millones- que dejaron de tener acceso a servicios de salud pública.

Independientemente de que 46 millones de pobres siguen siendo muchos, insisto en aplaudir que hace 4 años había 5 millones más, pero debo subrayar que hablamos fundamentalmente de pobreza por ingreso, que ha aumentado por pensiones, becas y otros apoyos en efectivo, además de remesas que las familias reciben de sus parientes en Estados Unidos. No es criticable el respaldo, pero sí que sea generalizado y no focalizado. Nadie podría estar en contra de la subsidiariedad con los mas amolados, pero sí de que ello no se complemente con aumentar los satisfactores sociales más elementales de salud y educación, que por cierto son responsabilidad del mismo Estado que encabeza el presidente de la República.

Pero es más fácil repartir dinero que planear y ejecutar una política pública de salud, cuyo sistema ha sido destruido por la mal llamada Cuarta Transformación, que desapareció el Seguro Popular y lo convirtió en el inservible INSABI, que ya tuvo que proscribirse también. El resultado: mientras que en 2018 había un total de 20 millones de personas sin ningún servicio médico, el año pasado esa cifra llegó a 50 millones, que ahora destinan parte de lo que el gobierno les transfiere en atender su salud y la de sus familias.

Pero de eso no quieren hablar en Palacio Nacional. Gritan a los cuatro vientos que el ingreso aumentó, pero callan cuando alguien les señala que aunque los pobres ganan más, tienen que destinar casi el 39 por ciento de sus gastos en salud, cuando este indicador se ubica en 24% en el desastre que es Argentina, o 22% en Brasil. Ahora bien, dice AMLO que somos como Dinamarca, pero los daneses le destinan tan sólo el 12.8% de su gasto a la salud, una tercera parte que en México.

El desastre de la salud es monumental, pero el pretexto presidencial es el mismo que justifica la falta de crecimiento económico: la pandemia. Y yo les reviro: ¿sin pandemia los muertos por violencia serían muchos más que los 200 mil con los que cerrará este sexenio fallido? El hubiera no existe, y los datos duros mandan.

De otro indicador de bienestar social, la educación, ni hablamos. Ahí están para muestra los escondidos planes de estudio y los inservibles libros de texto gratuitos.

Pero prevalece la política, y con ella el objetivo único de ganar elecciones y preservar popularidad y poder. Pobre México: con menos pobres pero más carencias sociales.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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