La realidad se impone a AMLO

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Ya en el último año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la realidad lo alcanza poco a poco: ni logrará un sistema de salud como el de Dinamarca, como tampoco podrá resolver el desabasto de medicamentos, o hacer funcionar plenamente la Refinería de Dos Bocas. El Tren Maya será inaugurado aún sin terminar su construcción, seguirán muriendo violentamente miles de mexicanos y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles se mantendrá como un elefante blanco que no resuelve ni resolverá el tráfico aéreo metropolitano.

No es un mal deseo, como tampoco pesimismo desbordado: son, simplemente, consecuencias lógicas de proyectos y deseos presidenciales que han rondado entre simples ocurrencias y una aviesa improvisación y falta de la necesaria planeación para ejecutarse correctamente.

A pesar de la necia negación mañanera, no es anecdótico que el primer convoy del Tren Maya se haya descompuesto en el segundo día de sus pruebas, con el presidente a bordo; tampoco que se sigan documentando las graves carencias de nuestro sistema de salud pública o que un año después de su “inauguración”, Dos Bocas entregue una garrafa de “gasolina primaria”. Un desastre.

Pero merece mención aparte el absurdo que tiene que ver con lo que está sucediendo en la aviación mexicana. Calificada por expertos aeronáuticos y analistas económicos como una decisión francamente estúpida, la cancelación de la obra de lo que sería el principal aeropuerto de América Latina, hace ya casi 5 años, desnuda hoy lo descaradamente mentiroso que es el líder de la mal llamada Cuarta Transformación.

Porque hoy López Obrador se atreve a denunciar la saturación del viejo puerto aéreo capitalino, cuando sus problemas derivan justamente de haberse sepultado el de Texcoco. Es decir, en Palacio Nacional dicen querer solucionar un problema autoinfringido. Y lo quieren solucionar justo con el despropósito de haber ampliado una vieja base militar que hoy luce desierta porque simplemente no es opción para desahogar las necesidades de pasajeros y líneas aéreas.

“Ahí está el AIFA”, dice descaradamente el mandatario, como ofreciendo magnánimamente la solución a un problema que él generó y que no podrá resolver, aunque él cree, obstinado, que lo hará por decreto al reducir arbitrariamente el número de operaciones en el vetusto AICM.

Mientras todo esto sucede, México cumple 28 meses de haber perdido la Categoría Uno de Seguridad Aérea que también es resultado de la incompetencia gubernamental y de la indolencia de una administración que por más embustes que espete cada mañana, será alcanzada cada día que le quede por una necia realidad que siempre se impone.

Y después vendrán los tiempos de rendir cuentas.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

 

 

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