Gatell, un candidato criminal

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

¿Qué más podría pasar en la política de nuestro país donde un par de incompetentes con nombres prehispánicos dizque gobiernan Veracruz y Morelos? ¿Qué esperar de una realidad donde el estado más poblado y con mayor presupuesto está encabezado por una delincuente electoral confesa y sentenciada? ¿Es suficiente surrealismo que Campeche sea un reality show o que en San Luis Potosí decida un ex convicto?

Podría decirse que sobran ejemplos pasados que eximen a la mal llamada Cuarta Transformación de tener el monopolio de estos absurdos: ahí están los casos del Bronco, los dos Duarte, Mario Villanueva, Reynoso Femat, Eugenio Hernández o Humberto Moreira, entre muchos otros y tan sólo de tiempos más o menos recientes.

Con tales antecedentes, podríamos no sorprendernos si aparecen candidatos como quien no terminó una refinería inaugurada que no refina, o una pareja de influencers norteños con ínfulas de grandeza. Incluso hasta resulta divertido observar la danza de los abyectos que buscan ganar la simpatía del líder máximo para que palomeé sus respectivas postulaciones.

¿Pero Hugo López Gatell?

Aún sin tener posibilidades reales de ganar, su destape por la candidatura a la jefatura de gobierno de la ciudad de México ofende, lastima, encabrona, porque su destino no debe ser el fuero de un cargo público, sino el llamado de la justicia que quiere evadir.

Hablamos de quien enfrentó la crisis de salud pública más grave de nuestra historia con una ostensible frivolidad e indolencia, que privilegió la confortabilidad política de su jefe y no el bienestar de millones de mexicanos. Quien prefirió desestimar las medidas preventivas mientras el presidente de la República nos llamaba a salir a comer a restaurantes y a abrazarnos. Quien bajó la cabeza para prometer que la pandemia acabaría “en abril”. Quien pasó de proyectar un escenario realista de 6 mil muertos a uno catastrofista de 60 mil y entregar resultados ominosos de casi 800 mil decesos, una buena parte de ellos en la urbe que ahora dice querer gobernar.

“Yo no tengo ningún lugar en la política”, prometió el mismo farsante que comparó al Covid con una influenza poco común; que, solícito y lambiscón, hizo reverencia con la falaz tesis de que Andrés Manuel López Obrador tenía una santificada fuerza moral y no de contagio; que llamó “golpistas” a los padres de niños con cáncer que murieron en espera de medicamentos que nunca llegaron; que en plena pandemia se paseó con su novia por lugares públicos mientras su publicidad pedorra llamaba al “quédate en casa”.

Otra frase tristemente célebre del bien llamado “Doctor Muerte” puede aplicarse en este triste episodio de la política mexicana y del proceso electoral 2024: su candidatura servirá para lo que sirve y lamentablemente no servirá para lo que no sirva.

Porque podrá ser un candidato testimonial y de relleno, para lo que ello le convenga a López Obrador y a Claudia Sheinbaum. Incluso podrá negociar a cambio de ello un puesto en el Congreso para obtener su anhelado fuero constitucional (ese que dicen que ya no hay, por cierto).

No importa: tarde o temprano Hugo López Gatell tendrá que rendir cuentas ante la justicia, mexicana o internacional, porque el tamaño de sus presuntos crímenes pueden ser de lesa humanidad. Para mí, su destino inexorable es la cárcel.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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