Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

Mucho me han preguntado sobre si el fenómeno mediático que fue la incursión de Xóchitl Gálvez como candidata opositora a la presidencia de la República ha minado su fuerza o caído en el ostracismo. Sin duda la preocupación de sus simpatizantes no es el bajo perfil de estos días, sino los muchos mensajes que circulan sobre una muy alta posibilidad de que pierda la contienda en junio de 2024 a manos de Claudia Sheinbaum.

Faltan ocho meses para la elección y eso parece mucho tiempo, incluso demasiado. Pero no lo es cuando la candidata oficialista lleva tres años -en realidad seis- de descarada campaña, en la que se ha valido de todos los recursos materiales, humanos y económicos de los gobiernos morenistas federal y estatales, para construir y mantener su imagen de presidenciable.

Debo subrayar algo: si bien parece altamente probable que la “corcholata” destapada sea la próxima presidenta de la República, hace un par de meses eso no era una posibilidad sino una certeza. Eso es lo que cambió con la llegada de Xóchitl.

Ahora bien, al revuelo que causó su irrupción y su cascada de rápidos reflejos a los ataques presidenciales, así como de simpáticas ocurrencias viralizadas en las redes sociales, pareció llegar a su fin con una serie de sucesos puntuales: López Obrador dejó de hablar de ella, y coincidentemente (no hay coincidencias políticas) se lanzaron otro tipo de ofensivas relacionadas con el patrimonio de la hidalguense, los contratos de su empresa, la casa donde vive y hasta la originalidad de su trabajo de titulación profesional, sin olvidar la última encuesta que la coloca dramáticamente lejana en sus posibilidades frente a la ex jefa de gobierno.

No tengo duda de que ello le afectó. Pero lo importante es hacer que su candidatura sea realmente competitiva, y dejar de ver a una aspirante solitaria que no cuenta con el respaldo ostensible de los partidos políticos que la postularon en alianza, ni con una estructura formal y profesional de expertos que la acompañen en los meses por venir.

El argumento legaloide de que todavía no estamos en campaña y que esto no ha empezado me parece ingenuo, por no decir francamente tonto. ¡Por supuesto que hay campañas, y estas ya llevan tiempo! Xóchitl debe asumirlo y proceder en consecuencia.

Coincido con analistas que, si bien han manifestado sus simpatías por la mujer del huipil, alertan con que está dejando pasar mucho tiempo antes de conformar y hacer sentir el trabajo de quienes trabajarán en la ruta electoral a seguir, en operación de tierra, en comunicación, en redes sociales, en manejo de crisis, en construcción de mensajes, en promoción del voto, etcétera.

Lo peor que le puede pasar a la candidatura de Xóchitl Gálvez es creer que basta con su frescura y el respaldo ciudadano, sobre todo de las clases medias. Debe, para empezar, dar cabida a la autocrítica y corregir cuando sea necesario. El proceso es largo y habrá errores, así como cambio de coyunturas que harán imprescindible la adecuada labor de un “cuarto de guerra” de primer nivel, con todos los recursos tácticos y estratégicos a su alcance.

Por otro lado, en la interminable negociación política de posiciones y candidaturas a otros cargos de elección popular, Xóchitl debe endurecer su liderazgo y forzar a las estructuras partidistas a volcarse en su apoyo, como ya lo hizo cuando obtuvo su posición actual. Pero Xóchitl debe llevar mano en el palomeo de aspirantes a gobernadores, diputados, senadores, presidentes municipales y hasta síndicos o regidores, y a partir de ahí erigirse como verdadera mandamás de la alianza tripartidista, aún por encima de las dirigencias de PRI, PAN, PRD y de su ambición por ganar posiciones en el tablero político. Suena complicado, pero es su única opción.

Para muestra, simbolizada en el “bastón de mando” de quien sigue y seguirá mandando, a Sheinbaum se le da esa oportunidad, y el mejor ejemplo es la candidatura de Omar García Harfuch a la jefatura de gobierno de la CDMX, torpedeada ya por el ala radical de Morena, que no ha entendido lo que Xóchitl Gálvez debe hacer entender a sus propias huestes.

Si corrige, creo que hay opción de quitarle la presidencia de la República a Morena y terminar así con la mal llamada Cuarta Transformación. O por lo menos -y no sería cosa menor- evitar que Claudia Sheinbaum llegue al poder con una mayoría legislativa a su favor.

Eso es lo que quiere la 4T. Eso sería trágico para México.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista

@AlexRdgz

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