No sirve tener un gobierno que admite que no va a gobernar. El fondo de la marcha

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

No se hasta cuando la gente va a vivir en la total confusión sin entender o no querer entender que no hay nadie al frente del gobierno.

Porque la violencia ilegal está apoderada de los puntos estratégicos de la seguridad: aduanas, puertos, aeropuertos, migración, cárceles, y corporaciones policiacas y armadas hasta de los sectores productivos, mineros, agrícolas, como se sabe en los sonados casos del limón y el aguacate; del agua, mediante las directivas de los módulos de riego, de las carreteras a merced de asaltos y retenes; de los comercios mediante los cobros del impuesto de piso, de las industrias, hasta de la electricidad, de los robos de vehículos por marcas y modelos, de los rastros y el ganado, de la pesca; en síntesis donde los maleantes dominan un escenario inacabable, y son dueños de la tranquilidad básica de la existencia humana.

Y mientras los ciudadanos en su conjunto sigan sin entender que es el gobierno y no otra institución, la que, con su inacción y simulada presencia, prohíja este clima. Los asuntos no cambiarán de esa fatal postura porque son ellos, los falsos gobernantes, los que han pactado con los cabecillas del crimen, para determinar conjuntamente con ellos, la suerte de los mexicanos que osan pensar que están a merced totalmente del usurpador y sus acólitos.

En el fondo, de eso trató la marcha del domingo, de poner en claro para los que no llegan a conclusiones sobre la vida pública, que lejos de querer repetir todo lo que se hace y sobre todo lo que no se hace para gobernar, los que ocupan los puestos con el dinero de los contribuyentes; deben dejar pasar a otros que los sustituyan, para tomar las riendas de ese caballo desbocado que es nuestro país en manos malignas.

Porque en la historia de la humanidad solo en Latinoamérica llegan al gobierno delincuentes declarados como Gustavo Pietro, que era custodio encargado de encarcelar a los enemigos de los narcoguerrilleros colombianos, o éste de México, que descaradamente dice que no va a cambiar su estrategia de aterrorizar a la gente que contribuye al país, felicitando a los criminales ofreciéndoles no interferir en sus intereses, sin usar los medios del estado, nada de intervenciones armadas, sin amenazas y mucho menos pensando en aplicarles las leyes. Propone la ley de la selva pero advierte como lo hizo con los ejidatarios de Texcatitlán en el estado de México; que no opongan resistencia a los delincuentes, en otras palabras les recomienda, usurpando el puesto de presidente y disfrazado en el papel de sacerdote guango, que permitan que los roben metódicamente, que los violen, que los injurien, hieran y maten, preferiblemente a que con la inmovilidad decretada a las dizque fuerzas del orden, y con lo que tengan a la mano puedan defenderse.

¡Vaya que osadía! y vaya que Obrador conoce la cobardía de gran parte del pueblo mexicano que está apocado e indefenso, esperando como dicen las encuestas manipulatorias, que el crimen los siga gobernando otros endemoniados seis años mas.

Por eso dicen desde hace siglos que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Ni mas ni menos.

Porque los peores gobernantes en la historia, malvados y sanguinarios incluso, no se atrevieron a entregar el gobierno a la delincuencia de manera sistemática; mire usted, Hitler, Mussolini, Stalin, Nerón o Calígula jamás se atrevieron a tanto, eran sujetos depravados mentalmente por supuesto, con inclinaciones y acciones dirigidas al odio al ser humano; pero no dejaron de perseguir maleantes independientemente que también perseguían y

masacraban inocentes. Eran réprobos, pero no abrazaban a los criminales diciendo que también son seres humanos, cuando su conducta social es de hienas, no de seres pensantes que respeten la dignidad humana.

Es cierto que muchos gobernantes llegaron con la ayuda de pillos profesionales como John Kennedy y sus nexos con Giancanna, muchos más, mediante crímenes específicos como Richard Nixon, espiando la sede de sus opositores; pero nadie ha recurrido a establecer un pacto con todas las mafias de modo permanente como Obrador.

Porque cuando un gobierno deja de combatir el crimen que es su primera prioridad, porque entre las prioridades es la primera la de garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos; antes de muchas otras cosas, queda demostrado que ya no hace falta una burocracia inútil, no se necesita ese falso gobierno. Así de claro.

Todos absolutamente todos los estudiosos del gobierno y casi todos los legisladores del mundo entienden que, si hay una razón para que exista el gobierno: en sí el estado, y es para que los gobernantes tengan que poner orden. No es una opción, es una orden constitucional, edificar un orden bueno. Éste quiere desorden en abierto.

¿Porqué pregonar el diabólico desorden generalizado, la antítesis del gobierno?

En primer lugar parafraseando a Hanna Arendt experta en el tema del totalitarismo, se busca un terrorismo de estado; prohijado con criminales participando de lleno en el poder en diferentes escalas; aterrorizando a los contribuyentes con amenazas fiscales, a la vez que limitan la atención a los causantes reduciendo oficinas, con sistemas saturados para mantener a los pagadores de impuestos en el terror sicológico; terror de las fuerzas armadas, en las ventanillas de los servicios públicos (aduanas, migración, patrullajes en las calles, etc.); terrorismo vandálico provocando manifestaciones que confluyan en la violencia y promoviendo el terrorismo anómico, subsidiando clínicas de aborto, negociaciones de trata sexual a expensas del erario, locales pagados por el gobierno, etc.

Se trata de tronar la mente de la gente. Que pierda todo sentido de indignación moral, que se vuelva manejable.

Y como señala Arendt, concretamente, el paso siguiente es crear una anti legislación; un andamiaje seudo legal, que convierta lo bueno en malo, y lo malo en bueno de modo obligatorio; para actuar jurídicamente con anti valores humanos, recreando un engendro constitucional que obligue a los seres humanos a caminar en cuatro patas, para ser iguales. Que los mexicanos se conviertan en una especie reptiliana, que se arrastre ante el poder y arrastre a sus hijos a un futuro de gusanos. Solo porque el orate les cae bien.

Diabólico, ¿no cree usted?

Y la gente aferrada a seguir en el método marxiano, destruir y a ver que sale; sin pensar que hay que innovar y una vez que se tiene un proyecto lógicamente constructivo: reformar, rescatando los valores de integración y atendiendo las enseñanzas de Shumpeter, desarrollando el proceso destrucción-creación.

Obviamente no recurrir al criterio que criticaba Lampedusa en el Gatopardo: Cambiar todo para que todo siga igual.

De hecho, por más que se quisiera rescatar el daño está hecho, habrá que hacer el esfuerzo de innovar, pero no por la innovación anómica, que es vuelta paradójicamente a la edad de piedra, donde cada quien traía su moral, un mundo sin brújula, insertado en el primitivismo pagánico; eso no, cuotas a los desadaptados y privilegios a los anarquizantes, resultan a la larga recuperar el cáncer para tenerlo adentro de recuerdo, es parte sustancial del peor veneno de lo que lo que tenemos hoy. Hay que releer la Constitución y descubrir que tenemos muchos artículos como el 16 de la vida privada, que debemos respetar y no alterar con supuestos derechos, que intentan destruir estos baluartes de las libertades ciudadanas sobre los que se edifica la paz social. ¡Aguas!

Ojalá despierte México, todavía hay un poco de tiempo… muy poco.

La marcha del domingo es la punta del iceberg de una sociedad burlada, frustrada al extremo por una enfermiza pasión por aferrarse a la silla.

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