Por. Miguel Ángel Sánchez de Armas

¿Es usted de los que semanalmente pagan ese impuesto a la ilusión mejor conocido como Melate o Lotería Nacional? Entonces, amigo mío, puede estar en la mira de una transnacional del fraude muy bien organizada y persuasiva que ha llevado a la ruina a cientos, quizá miles de personas en todo el mundo.

Se trata de la versión globalizada del mexicanísimo “paquetazo”. ¿La recuerda? Puede tener lugar así: en las afueras del centro comercial o del banco una persona de aspecto humilde pide a un señor o a una señora “decentes” ayuda pues ha encontrado una bolsa llena de dinero (que desde luego exhibe) y no sabe qué hacer. Ofrece compartir el hallazgo a cambio de orientación; siguen una serie de maniobras; la persona “decente”, atrapada por la avaricia, da en prenda algún objeto valioso y acepta guardar el dinero “encontrado”, para descubrir, en su casa, un ordenado fajo … de recortes de periódico.

Pues bien, los “paqueteros” globales andan sueltos y por increíble que parezca engatusan con la mano en la cintura a muchos de la legión de inocentes que pulula en la tierra. “¡Dejad que los tontos vengan a mi!” ¿Qué tendría de raro esto si después de todo hay por lo menos dos operaciones documentadas de venta de la torre Eiffel, una de ellas a un vanidoso millonario gringo? ¿O la “compra” de un glaciar en Argentina por un mentecato a quien un truhan convenció de que la próxima escasez mundial de agua potable lo colocaría en posesión de un bien más valioso que el oro?

Veamos cómo operan estos estafadores internacionales. Trabajan vía mensajes de correo electrónico. En todos los casos aseguran que obtuvieron los datos del recipiendario (el equivalente de la “persona decente” de líneas arriba) en una embajada, en una cámara de comercio o en algún organismo profesional que garantizó la honorabilidad de la víctima… perdón, de la persona. Ejemplos:

De Johannesburgo, África del Sur, escribe Mr. Williams Yengueni. Su hermano Tony, del mismo apellido, amasó un fondo de 27.5 millones de dólares estadounidenses durante su gestión como presidente del Parlamento. Ese fondo debe ser colocado en una cuenta extranjera puesto que las autoridades sudafricanas congelaron las finanzas de los Yengueni luego de arrestar a don Tony. A cambio de ese pequeño favor, el destinatario recibirá el 25% de los fondos. Y para ello nomás necesita enviar a don Williams su número de cuenta, el banco con el que opera, números telefónicos, dirección, etc., etc.

También de Johannesburgo en donde se encuentra exiliada después de que su marido fue asesinado en su natal Zimbabwe, doña Lydia Zuma pide ayuda para sacar del país los 20.5 millones de dólares que su rico y previsor consorte (ganadero y agricultor, enemigo político del presidente Mugabe) le dejó en un banco sudafricano. Por el control de cambios, el dinero sólo puede ser transferido al extranjero como fondo de inversión. Por este pequeño favor, quien ayude recibirá el 25% del total.

Desde Nigeria, un administrador de la empresa estatal de petróleos NNPC pide ayuda urgente para disponer de un remanente de 25 millones de dólares de un contrato que se sobrefacturó inadvertidamente y que no fue registrado en la contabilidad de la compañía. Como funcionario público este sujeto no puede disponer del dinero, pero sí ordenar una “devolución” a un extranjero “honrado y confiable”, que no vaya a intentar quedarse con todo el botín, a cambio de la consabida tarifa del 25%.

Un tal Henri Annan, de Costa de Marfil, cuyo padre murió en un ataque de rebeldes en la localidad de Bouaké, pide ayuda para rescatar su herencia de 19.3 millones de dólares. El es un joven inexperto que a cambio de ayuda no sólo daría el 25% de su legado, sino que promete establecerse en el país de quien lo auxilie para ahí invertir su fortuna y vivir por siempre feliz.

Oferta verdaderamente irresistible es la de Naser Al Belooshi, un rico comerciante del Bahrein. A este buen hombre le diagnosticaron cáncer en el esófago y a las puertas de la muerte, arrepentido de una vida disoluta y apartada de Dios, pide ayuda para distribuir cuatro millones de dólares entre organizaciones de beneficencia en un país necesitado. Así él obtendrá el perdón divino y se irá al cielo, mientras que quien lo ayude se quedará con 800 mil billetes verdes. Ah, pero exige una promesa absoluta de que su confianza no será traicionada y de que el dinero llegará a los más necesitados, igualito que cuando Michael Corleone le dio 100 millones de dólares al arzobispo para los pobres de Sicilia.

El camerunés Joseph.p.Bah (así se escribe) se dice hijo del general Samuel Bah, quien murió en un intento de golpe de estado en el 2003. Este amoroso padre dejó un fondo de 10.5 millones de dólares para que su hijito no la pasara mal. El dinero es producto de algunos regalos y componendas maquinadas por el general durante su paso por la dirección general de la industria militar de su país. Bah junior ofrece una comisión del 15% a quien le ayude a invertir el dinero familiar en alguna nación fuera del África y espera en Accra una pronta respuesta de posibles inversionistas de buen corazón que deseen ayudarse a sí mismos y a un joven inexperto.

¿Le parece lo anterior una broma? Pues no lo es. Existen numerosos testimonios de personas en el primer, segundo, tercer y cuarto mundo que han creído ver en estas propuestas una oportunidad de dinero fácil y que han terminado en el asilo de pobres o al borde del suicidio. Piénselo la próxima vez que compre su Melate o su billete de la lotería. 

Por cierto, ¿ya vio cuánto hay en la bolsa esta semana? 

 

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