Rubén Cortés.

Es notorio el regateo del presidente a la clase media, pese a que lo hizo ganar la presidencia, después de considerarlo “un peligro para México” en 2006 y en 2012, pero que en 2018 cambió de idea y le dio los 15 millones de votos con que arrasó en las elecciones. 

Ayer, al anunciar apoyos por la depresión económica dijo que “abarcan a la clase media baja y la clase media-media”. Le resulta difícil referirse a la clase media sin adjetivos: propio del populismo latinoamericano que la considera “antagónica a los pobres”. 

Sin embargo, la clase media lo llevó a la presidencia, porque su techo de votantes cautivo rondaba los 15 millones. Veamos: en 2006 obtuvo 14 millones 756 mil 350 votos; en 2015 fueron 15 millones 848 mil 827; y en 2018 consiguió 30 millones 113 mil 483. 

O sea, fue la suma de la clase media a sus votantes tradicionales lo que le propició la llegada a la presidencia. La misma clase media a la que su corriente política (la organizada en el Foro de Sao Paulo) no le tiene simpatía alguna. 

Por ejemplo, la secretaria general de Morena dice: 

El problema que habría que entender es que, cuando sacas a gente de la pobreza y llega a clase media, se les olvida de donde vienen, porque la gente piensa como vive, entonces cuando llegan a ser clase media se les olvida de dónde vienen y quien los sacó”.

Y un ideólogo chavista, Rafael Correa, ex presidente de Ecuador que quiso eternizarse en el poder cambiando la Constitución, afirma: “La clase media es antagónica a los pobres y sucumbe más fácilmente a los cantos de sirena del estilo de vida a lo New York”. 

Ese desprecio del chavismo-populismo latinoamericano a la clase media tiene la raíz en Lenin y su razonamiento sobre la “pequeña burguesía”, a la cual desapareció enseguida en la URSS, por “egoísta, ambiciosa, ambivalente y traidora”. 

De ahí que lo primero que hacen esos regímenes es denostar a la clase media “ambiciosa y egoísta” en sus demandas históricas de empleos formales, bienes importados, mejores servicios, Estado de derecho, estabilidad económica, seguridad, educación privada… 

Los comunistas la vilipendiaban con epítetos como “blancos”, “perros rabiosos”, “burokrataz”, “disidentes”; los chavistas, con “escuálidos”, “burgueses”; los cuartistas, en México, con “fifís”, “conservadores”, “pirrurris”, “sepulcros blanqueados”… 

Pero la clase media en realidad llega a ser inocente, y se suicida electoralmente cada siglo (en los países donde se suicida) porque la bonanza económica en la que surge le hace perder el sentido de lo trágico y olvidar que los errores pueden ser irreparables. 

En el México del tercer lustro de este siglo, fueron esos 15 millones de votos extra que… 

Nos dieron Cuarta Transformación.

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