Marissa Rivera.

Dolor, indignación, coraje, impotencia, es el sentir de una sociedad dolida por los brutales asesinatos de mujeres.

Ahora fue una inocente niña de 7 años de edad a la que le quitaron la vida y, que entre la omisión y la inacción de autoridades locales y escolares, no se pudo evitar la desgracia.

Dolor es lo que se respira en el ambiente, en las noticias, en las redes sociales.

Un dolor que desgarra tan solo de pensar lo que padeció una niña que debería estar jugando con sus amigos y no siendo velada. Cómo no exigir justicia y se castigue a los “despiadados” culpables. Cómo no salir a las calles y gritar ¡Alto a la violencia! ¡Ni una menos! ¡Justicia para Ingrid! ¡Justicia para Fátima! Y justicia para tantas mujeres y niñas ultrajadas y asesinadas.

Aún seguíamos indignados por el deleznable asesinato de Ingrid y llegó otro, otros. Fátima ¿Por qué tanta crueldad? ¿Qué pasa en la sociedad? ¿Qué pasa por la cabeza de quien cometió semejante atrocidad?

La indignación debe ser de todos.

No se necesita ser feminista, mujer, madre, hombre, funcionario público o Presidente de la República para condenar tanta violencia.

El dolor es por un país violento, donde se asesinan a 10 mujeres todos los días, por el simple hecho de ser mujeres. Por el dolor que provoca la desaparición de 7 niñas todos los días y los 12 feminicidios de menores cada mes.

Una horrorosa estadística es que durante el último año aumentó 13 por ciento el feminicidio de menores.

Apenas hace una semana, en este mismo espacio cuestionaba: ¿qué más debería ocurrir para que las autoridades dejen la indolencia y actúen? 

Cambiar el “¡ahorita, no!”, por el ¡ahorita, sí!

Hoy, hay más familias de luto, la de Fátima una de ellas. Como no estar indignados y “hasta la madre” con lo que ocurre en México.

Sería injusto afirmar que el culpable es el gobierno. El problema viene de varios sexenios anteriores (priistas y panistas). Sin embargo, corresponde a esta administración hacer frente a la situación actual.

Se necesitan acciones y dejar de tratar el feminicidio como un asunto político. Se requieren políticas públicas para atender el grave problema, los discursos han sido rebasados. Vamos, se necesita un poco de empatía y sensibilidad ante el dolor.

Las autoridades han hablado mucho de no revictimizar a la víctima y fue lo primero que hicieron. Mientras los familiares lloraban la tragedia de Fátima, escuchamos a la fiscal general, Ernestina Godoy, declarar que la madre de la pequeñita tenía problemas mentales y el padre sufría demencia senil.

Después, el DIF capitalino emitió una ficha informativa donde señalaban antecedentes de violencia y maltrato en dicha familia. ¿Por qué actuaron así las autoridades, cuál era la intención?

El caso de Fátima es más lamentable, aún, por todas las circunstancias que ocurrieron en torno a ella.

La escuela Enrique Rébsamen, ubicada en la delegación Xochimilco, no cumplió con el protocolo de acción que establece la SEP cuando los padres no llegan a tiempo a recoger a los niños. La dejaron a merced de una persona que se la llevó para nunca volver.

Y ya en el colmo, cuando la familia desesperada avisó de la desaparición de la niña, las autoridades exhibieron sus omisiones y la dilación en el proceso de búsqueda.

La degradación que estamos viviendo en el país no tiene nada que ver con el neoliberalismo, tiene que ver con la impunidad, con la ausencia y la indolencia de las autoridades frente a problemas que jamás deberían volver a ocurrir.

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