Isaías Villa González*.
En México se está incubando un movimiento que responde al flagelo que el gobierno de AMLO no ha podido frenar, vaya ni siquiera presentar un esbozo de estrategia para enfrentarlo: la violencia e inseguridad, particularmente los feminicidios.
En efecto, 2019 fue el año más violento, con 34 582 homicidios dolosos, de los cuales 1 010 pudieron ser caracterizados como feminicidios; enero de 2020 registró 2 819 hd, 73 feminicidios. Esto según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), del Gobierno federal.
Los crímenes atroces cometidos contra Ingrid y la pequeña Fátima, entre otros, recordaron con toda crudeza este pendiente para nuestra sociedad. La respuesta nacida desde las organizaciones feministas de la sociedad civil ha sido extraordinaria, y puede ser de enorme trascendencia. La iniciativa #el9nadiesemueve significará un hito en este país.
Todas y todos deberíamos participar, en la medida de nuestras posibilidades. En primer lugar nuestros gobernantes. Pero AMLO no entiende; fiel a su talante autoritario, egocentrista y conservador ha preferido mostrarse indiferente al principio (no distraigan la rifa), medianamente condescendiente luego, y al final francamente intolerante. De lamentar en lo general (ni siquiera ha mencionado a las víctimas más recientes y visibles por su nombre) sin proponer nada en particular, pasó como siempre a echarle la culpa al pasado y el neoliberalismo, pronunciar sermones, y el colmo, como lo hiciera Díaz Ordaz, denunciar complots, agentes externos que usan a las feministas para desestabilizar a su gobierno, como sucedió en Chile con Allende, dice.
Es cierto que hay fuerzas conservadoras, que han sido contrarias a la agenda feminista y de derechos y libertades de las mujeres, quienes ahora de manera oportunista se suman al movimiento. Pero es ofensivo pensar que puedan manipularlo, dado el nivel político de varias de las organizaciones promotoras; y seguramente saldrán corriendo cuando el movimiento vaya decantando sus peticiones.
Lo que es patético son las contradicciones, el pasmo, en que se encuentran liderazgos, activistas, grupos feministas y en favor de la mujer, simpatizantes de AMLO y la autodenominada 4T. La descalificación de Andrés hacia el movimiento las frena, les hace retractarse (como fue el lamentable caso de Beatriz Gutiérrez Müller), y en el colmo sabotear las iniciativas con una contra iniciativa. Su maniqueísmo yerra también cuando descalifican a los contrarios, siendo AMLO un notable conservador: está más que demostrado su rechazo a la agenda progresista y feminista, expresada en la interrupción legal del embarazo (ILE), los matrimonios igualitarios, etc.; y que su gobierno atenta contra las mujeres, al terminar con las estancias infantiles, las unidades contra la violencia hacia las mujeres, y disminuir el presupuesto de género, entre otras medidas.
AMLO desaprovecha la energía social desatada a favor de la seguridad y en defensa de las mujeres. Si su talante se lo permitiera podría aprovecharla en el mejor de los sentidos. Es cierto que la protesta es contra el Gobierno y las instituciones del Estado; no podría ser de otra forma, pues éstos deben ser garantes de la seguridad y la justicia, de y para las personas, y poseen el monopolio de la fuerza legal y legítima. Pero un gobernante democrático, que crea genuinamente en las causas de las mujeres, podría abrir espacios de escucha y diálogo, construir soluciones con el movimiento, armar relaciones de corresponsabilidad ciudadana, es decir, articular un pacto social para enfrentar juntos al crimen. No sobra recordar que en el caso de la pequeña Fátima fueron denuncias ciudadanas las que ayudaron a ubicar y a aprehender a los culpables, luego de la inicial indolencia de las autoridades capitalinas.
Ya veremos si en los días que faltan se construyen esos puentes. O AMLO y su gobierno estarán perdiendo una gran oportunidad.
*Consejero Nacional del PRD
