México.- De los poco más de 4 mil exoplanetas encontrados hasta el momento, los mundos que más llaman la atención de los científicos y el público en general son las supertierras: planetas rocosos que, por sus características, son similares a la Tierra.
Las supertierras parecen más comunes de lo que se creía en 1995, cuando se descubrió el primer exoplaneta. Hasta donde sabemos, más de mil mundos descubiertos por el Telescopio espacial Kepler de la NASA son supertierras que poseen entre el doble y hasta diez veces el tamaño de la Tierra, además de una composición rocosa similar a la de los planetas interiores del Sistema Solar.
Estas dos características los diferencian del resto y aproximan su composición a la de nuestro mundo; sin embargo, el camino para que una supertierra pueda ser considerado un planeta habitable va más allá de su composición y tamaño.
El requisito más importante para que una supertierra tenga el potencial de albergar vida similar a la que conocemos en la Tierra es que se encuentre en una zona de habitabilidad respecto a su estrella.
Para que un planeta esté dentro de la zona de habitabilidad, no sólo es necesario que la distancia a la que orbita de su estrella no sea tan lejana como para que se trate de un mundo helado e inhóspito, ni tan cercana para que las altas temperaturas den como resultado un efecto invernadero perpetuo, como Venus.
La zona de habitabilidad también depende de que la energía que la estrella desprende y el periodo de rotación del planeta sean capaces de mantener las condiciones de temperatura para la existencia de una presión atmosférica lo suficiente para que proteja la superficie de la radiación y, al mismo tiempo, asegure la existencia de agua líquida en su interior.
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