No hay populismo sin una Gestapo

Rubén Cortés.

Al negarse a aceptar la crítica y las diferencias de pensamiento, el populismo acaba inexorablemente por valerse de algún tipo de Gestapo para mantenerse en el poder, y advertir a sus adversarios, uno por uno, las salidas que tienen: el silencio, la cárcel o el exilio. 

A México vino hace dos años un diputado venezolano. Criticó al dictador Maduro donde quiera que estuvo aquí. Al poner un pie en Caracas lo acusaron de querer asesinar al sátrapa y lo encarcelaron. Se llama Juan Carlos Requesens. 

Lo único que se supo del crítico de Maduro desde el 10 de agosto de 2018 fue la publicación de dos videos por parte de la dictadura. en uno aparecía Requesens en una presunta confesión; en el otro estaba solo con ropa interior y lleno de excrementos. 

El lunes (después de dos años encerrado sin derecho a visitas ni a juicio, sin haberle presentado cargos) Juan Carlos Requesens fue liberado, como parte de una estrategia de la dictadura para que los partidos de oposición avalen su farsa electoral de 6 de diciembre. 

Junto con Requesens fueron indultadas 110 personas más, incluidas algunas que ya escogieron el exilio. Sin embargo, en las cárceles de Maduro permanecen unos 400 opositores sin juicio ni condena, apresados por participar en manifestaciones contra el régimen. 

En su visita a México, Requesens revisó la campaña electoral que dio en 1998 al triunfo a Chávez en Venezuela, gracias a su promesa de acabar con la corrupción. La creencia general era que resultaba imposible que Chávez impusiera una dictadura estilo Cuba. 

¿Por qué creían imposible los venezolano que Chávez no podía instaurar la dictadura que instauró y le heredó después, por inspiración divina, a Nicolás Maduro, quien ni siquiera se sonroja por competir sin contrincantes en las elecciones? 

Requesens lo explicó hace dos años aquí antes de ser encarcelado allá: 

“Decíamos: imposible que esto se convierta en Cuba. Sí, puede ser dictador, pero hay leyes. Nuestras instituciones y normas pueden soportar una presidencia populista y autoritaria. Esta democracia, esta libertad que vivimos son muy fuertes. No hay forma”. 

Pero sí hubo forma. La Venezuela que votó por Chávez para acabar con la corrupción, es hoy una dictadura como Cuba, pero más pobre que Cuba, aunque posee las reservas de petróleo más grandes del mundo. Y tiene más corrupción que antes de Chávez. 

Y Requesens, otrora un luchador incansable contra la dictadura, es ya un hombre depauperado física y mentalmente después de dos años preso en ropa interior y lleno de excrementos, que sólo tiene de tres sopas: el silencio, el exilio o la cárcel otra vez. 

Porque los regímenes que prohíben las diferencias no pueden mantenerse en el poder sin una Gestapo.

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