Marissa Rivera

Marissa Rivera.

A pesar de las amenazas, de las presiones, de los señalamientos matutinos desde Palacio Nacional y de la incomodidad que el árbitro electoral le provoca a la gente del presidente, el INE no se rajó.

Primero exigían democracia y ahora que están al frente, la democracia debe ser como ellos quieren, a su manera. Pero, pues no que “no eran iguales”.

Aquí no existe el “violenté la Ley, pero nomás tantito”. La ley se cumple y punto. Y debe ser igual para todos. Claro, un partido al que le negaron el registro a decenas de sus candidatos, no tiene otra opción más que la rijosidad, el enfrentamiento, el juicio público a las autoridades. El terreno que más les encanta y que extrañan, porque ahora están en el poder.

Por el bien de la “incipiente” democracia mexicana hay que celebrar que el Instituto Nacional Electoral no se arredró y mantuvo la decisión de declinar las candidaturas a las gubernaturas, a los morenistas Félix Salgado Macedonio en Guerrero y Raúl Morón Orozco en Michoacán.

Es de encomiar la actitud de seis de los siete consejeros electorales que reiteraron su voto a favor de retirarles las candidaturas a quienes violaron la ley. No se retractaron, no cedieron a las presiones de Morena ni a las amenazas de Salgado Macedonio, que azuzó a la gente para irlos a buscar a sus casas.

El INE mostró las agallas que no tuvo el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que evadió unas de las grandes decisiones de este proceso electoral para dejar en manos del Instituto Electoral la resolución.

Un Tribunal al servicio del poder. Un Tribunal que con una genuflexión envió un guiño a sus jefes. No al pueblo. A los jefes que los colocaron ahí. Morena y su único líder. Pero, pues no que “no eran iguales”.

Las amenazas del “presunto” violador, el “toro guerrerense” han llegado demasiado lejos. Y cómo no, si parece que sigue el ejemplo de su jefe máximo.

El presidente Andrés Manuel López Obrador siempre ha desdeñado a la autoridad electoral cuando los votos no le han favorecido. Y los ha señalado de todo, desde neoliberales hasta hipócritas, a varios de los que aún integran al Instituto que le levantó la mano en el proceso del 2018, cuando por fin ganó las elecciones presidenciales.
Así son las formas y la retórica de AMLO. Si me favorece, árbitro justo. Si no me favorece, árbitro vendido.

He ahí el grave peligro de la “madre de todas las elecciones”: el conflicto. La polarización que se ha generado desde el púlpito mañanero y la actitud pendenciera del jefe y su camarilla.

Ya conocemos la ruta. Si pierden, hubo complot o fraude. Hacerle eso a los reyes de la movilización, advierte un panorama incierto y de enfrentamiento que puede desbordarse en violencia.

Por lo pronto, el presunto “toro” violador dijo que si no es candidato no habrá elecciones en Guerrero. Habrá que ver qué acciones tomará.

Y lo secundó su líder nacional, Mario Delgado, presidente de Morena, quien advirtió que no reconocería la decisión del INE si negará las candidaturas.

Lorenzo Córdova ha resistido las embestidas desde Palacio Nacional. A su cabeza ya le pusieron precio y cualquier situación que ponga en peligro su integridad, ojalá y no, ya sabemos quién lo hizo.

Falta mucho por ver de aquí a que se realicen las elecciones intermedias el 6 de junio. Dos meses y lo que sobra es porquería.

Por un lado la obsesión presidencial de tener el control absoluto de todo, principalmente del Congreso, que puede perder la mayoría calificada y no poder hacer cambios constitucionales.

Y por el otro, la coalición opositora, el agua y el aceite que se unieron para detener los atropellos del presidente.

Viene tiempos difíciles, no solo para la democracia, sino para el país.

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