No hay populismo sin una Gestapo, no

Rubén Cortés.

Primero, el juez pariente de Bejarano-Padierna; siguió el jefe de la UIF; hoy un gobernador y el líder de la Cámara; luego el Ejército empoderado y, al final, todos juntos: los regímenes de una sola persona no pueden mantenerse sin una especie de Gestapo.

Un hombre del presidente, el líder de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna, solicitó al Fiscal de la República, designado por el presidente, que encarcele a los consejeros electorales que quieren aplazar la consulta sobre la revocación del presidente.

Todo hoy aquí empieza en el presidente y acaba en el presidente. El cierto que pidió no penalizar la decisión de los consejeros. Pero Sergio Gutiérrez Luna es un soldado de filas del partido del presidente. Sergio Gutiérrez Luna no ve más allá de su nariz.

Como tampoco ve más allá de su nariz el gobernador de Veracruz, quien detuvo al secretario técnico de la Junta de Coordinación Política en el Senado, José Manuel del Río Virgen. De hecho, el presidente respaldó ampliamente al gobernador Cuitláhuac García.

Quienes persiguen, son hombres del presidente que son respaldados por el presidente cuando son criticados por sus persecuciones, como el caso del Fiscal de la República, quien encarceló a Rosario Robles con una licencia de conducir falsa.

Al negarse a aceptar la crítica y las diferencias de pensamiento, el populismo acaba inexorablemente por valerse de algún tipo de Gestapo para mantenerse en el poder, y advertir a sus adversarios, uno por uno, las salidas que tienen: el silencio, la cárcel o el exilio.

Hasta el momento se trata de persecuciones selectivas para apretar clavijas y mandar mensajes al estilo castrista de “si sacas la cabeza, te la corto: mira el hacha”. Pero el populismo es imposible sin la amenaza a los adversarios de silencio, cárcel o exilio.

Lo que sucede con la autollamada “Cuarta Transformación” es que se encuentra en todavía en el momento de la duda final sobre si se sale definitivamente del closet o no para imitar a las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, a las que nunca ha condenado en la OEA.

Sucede lo que Jorge Castañeda llama “lección de Allende” en Chile: “No se puede hacer una revolución por las buenas: o se hace por las malas, o no se hace”. La 4T cree que puede hacer con piel de oveja lo que pretende hacer como un lobo. Pero es imposible.

Ya no bastarán los juegos de palabras de elogiar la dictadura cubana como monumento de la humanidad y homenajear al Che Guevara. A mitad del camino la senda se empieza a enyerbar: más pobres, menos lana, descontento, luchas por el 24…

Lo dijo el Che: 

Ha llegado la hora de los hornos.

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