Carlos J. Pérez García

Carlos J. Pérez García.

Cada palabra tiene sus orígenes y ramificaciones a lo largo de una historia y sus contextos, lo cual cobra especial interés con algunas de ellas por su uso o abuso, y hasta por sus implicaciones en nuestra vida diaria o en el rumbo que toman las sociedades. Son los casos de democracia, bienestar, política, libertad, demagogia, mandato, autoritario, reformista, revolucionario, conservador, liberal, radical, moderado, progresista, reaccionario, pueblo, populista… acaso unas de las más relevantes.

Miren, interesa aquí precisar las dos últimas no solo para ubicar mejor el presente y sus perspectivas, sino para lo que podamos pensar o hacer ante todo ello. La palabra populista viene de pueblo, y ésta del latín populus (demos en griego, como en democracia), pero son términos que adquieren distintos significados (positivos o negativos) según quienes los usan: sobre todo, los políticos y los comentaristas. Veamos estas claves.

El concepto de ‘el pueblo’ se puede equiparar con otros como la sociedad, la gente, los ciudadanos… o debería incluir varios “pueblos”: el pobre o privilegiado o instruido o ignorante. Hay quienes lo han denigrado al llamarlo chusma, populacho, vulgo, plebe, muchedumbre, masa… Por su parte, otros más buscan utilizarlo para sus fines políticos o personales y hablan de un pueblo bueno o sabio (que vota por ellos, sin la criticada clase media).

En cuanto a ‘el populismo’, digamos, significa algo muy diferente en Estados Unidos o en México y América Latina, además de que ha evolucionado a lo largo del tiempo. Allá representaba en el siglo XIX los movimientos que querían reducir el poder del “establishment”, y en la actualidad ha venido a aplicarse a cualquier corriente antisistema (la gente versus la élite). Acá pretende encarnar ahora “una preocupación por el pueblo”: el más pobre por ser víctima de la injusticia, la desigualdad y la corrupción.

En el mundo, el populismo trasciende las divisiones usuales de la ideología de izquierda o derecha, con ejemplos de la primera en Venezuela o Argentina, y de la segunda en Brasil o Estados Unidos en 2017-21 (Trump). No existe aquí una política económica como tal, sino más bien cierta selección de ideas o medidas anti-neoliberales cuando sean más viables aunque causen daños (nacionalismo y estatismo, controles de precios, entregas de apoyos).

Tampoco en lo político habría un cuerpo formal del populismo, que se refiere más a una polarización del débil contra el fuerte, sobre todo con visos electorales o de popularidad, para mantener tanto las esperanzas como el poder. En los hechos, ojo, se asocia de manera intrínseca a la demagogia y la simulación hasta donde resulte factible.

El populismo nunca ha tenido éxito y los avances no se pueden sostener. Tras fracasar en México de 1970 a 82, o en Argentina 1946-55, suele regresar varios años después (acá 2018…; allá 1973-76 o 2003-2007…). Nuestros aprietos ahora no son los primeros o los últimos en la historia, ni son privativos de este país.

Aunque nada de ello baste como consuelo, igual hay que notar que el mentado “período neoliberal” (1982-2018) fue, en buena medida, una necesaria respuesta a los desastres populistas de 1970-82 (Echeverría y López Portillo), a la vez que coincide con el predominio (neo)liberal en casi todo el mundo, incluso todavía hoy en México (el Tratado MEC, Banco de México autónomo, equilibrio fiscal…).

En fin, tal vez esto parezca una obsesión personal, pero mi idea aquí es solo ver cómo las políticas populacheras (a nivel federal y estatal) podrían durar menos tiempo sin causar tanto daño.

* EL VIRUS DEL COVID sí vuelve a infectar a los que mienten, roban, traicionan y actúan de manera irresponsable, ya sean presidentes o subsecretarios. Estos casos se repiten ahora y lo peor es que haya gente que pueda seguir ciertos consejos en materia de salud (estampitas de ‘detente’; fuerza ‘moral’, no de contagio; inutilidad del cubrebocas; menosprecio del confinamiento y de otras medidas preventivas), con resultados desastrosos, muy lamentables.

También, claro, la enfermedad genera simpatía y solidaridad al Amado Líder, lo que favorece la popularidad del hábil manipulador que busca capitalizar todo lo malo y lo bueno… “como anillo al dedo” para sus intereses personales. Creo que debemos entender esto y tratar de explicarlo en nuestros respectivos ámbitos, pues los engaños continuados tienden a extender y acrecentar los excesos de muertes de mexicanos.

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