Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

El Banco Nacional de México es una institución centenaria y señorial, como lo son su espléndido edificio colonial en la calle Isabel la Católica o, a unos cuantos metros en la hoy peatonal Madero, su majestuoso Palacio de Iturbide, sede de la riquísima Fundación Cultural Banamex, dueña de una de las colecciones de arte más importantes del país.

Crecí bajo el cobijo de ese banco, donde mi padre trabajó casi toda su vida, escuchando historias de banqueros legendarios como don Rubén Aguilar. Expropiado por el gobierno en 1982, vi cómo fue una honrosa excepción de buen manejo gubernamental bajo la dirección de Fernando Solana Morales, y después fui privilegiado testigo de su reprivatización a manos de Roberto Hernández y Alfredo Harp Helú y de la fallida oferta hostil que hizo en el año 2000 para tratar de adquirir a su rival de siempre, Bancomer.

Líder en el mercado bancario mexicano, fue comprado poco después por el poderoso grupo financiero estadounidense Citigroup, que mantuvo durante dos décadas la marca original, Banamex, al contrario de lo que pasó con otros bancos nacionales absorbidos por matrices europeas o norteamericanas.

Hoy, Citi pone en venta al icónico banco en lo que será seguramente la noticia económica más importante del año que apenas inicia, por el tamaño de la transacción y por lo que puede ser una nueva redefinición del mapa bancario mexicano, conformado actualmente por poco más de 50 instituciones.

Aunque a primera vista es obvio que los actuales propietarios de Banamex se deshacen del negocio de banca al menudeo, empresarial, seguros y afore como una estrategia global en la que ya habían hecho lo mismo con sus matrices en Asia y Europa, el anuncio de esta venta no deja de generar comentarios sobre el entorno en que se da, a la mitad del gobierno de la mal llamada Cuarta Transformación.

Ya sabremos en los próximos meses qué tanto influyó en los accionistas de Citibanamex el entorno de incertidumbre y falta de certeza a la inversión en México durante la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien asegura que ya había sido notificado desde hace meses de la intención vendedora del corporativo neoyorquino.

En todo caso, Banamex fue durante años un buen negocio para Citi. Tanto, que se constituyó en la joya de su corona y en salvador del grupo durante un par de crisis financieras, sobre todo la de 2008. Adquirido el banco mexicano en 12,500 millones de dólares, la operación de este 2022 puede alcanzar además un monto mucho mayor, sobre todo por el intangible pero importante valor de marca y por el patrimonio artístico e inmobiliario que posee.

Por lo pronto, el presidente López Obrador ya dio señales de que su gobierno apoyará a un grupo mexicano que pretenda hacerse del control de Banamex. Si se concreta esto, AMLO presumirá -a no dudar- la “mexicanización” de uno de los bancos más importantes en la historia del país. Falta ver si ese gesto supuestamente nacionalista incluye la participación estatal en el capital del banco, como ya sugirió el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez.

Pero para concretar la operación falta aún tiempo. Quizá la totalidad de los meses de este año, que luce complicado por la pandemia inacabada, la falta de crecimiento, la incertidumbre económica, la violencia y la alta inflación que padecemos. Ya veremos si en la venta de Banamex pesaron más estos elementos que simplemente la estrategia de rentabilidad de Citigroup. Sabremos también si el gobierno mexicano demuestra que no ha entendido nada y que quiere incursionar de nuevo en lo que debe corresponder a la iniciativa privada.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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