Fundamental, acabar con la discriminación y el racismo hacia las mujeres indígenas

México.- En la tribuna de la Cámara de Diputados, Gilberta Mendoza Salazar, habitante de la comunidad de Tempexquixtla, Puebla, y hablante de la lengua náhuatl, se manifestó para que las experiencias y exigencias de las mujeres indígenas sean escuchadas y comprendidas para promover cambios, a fin de acabar con la discriminación y el racismo, porque desde las propias instituciones del Estado es un trabajo pendiente de los que hacen las leyes.

“Que en las comunidades haya posibilidades dignas y culturalmente pertinentes de tener salud y educación sin perder nuestras lenguas, que en las ciudades todas y todos estén obligados a brindar atención de calidad en escuelas, hospitales, juzgados, y todas las instituciones, y a reconocerles a nuestras lenguas maternas la dignidad y el estatus de lenguas nacionales”, añadió.

Ello, dijo, permitirá que niñas, jóvenes y abuelas indígenas sigan sintiéndose orgullosas de transmitir sus lenguas a sus descendientes, sin el miedo de hacerlos vulnerables y condenarlos a la discriminación, “como la que padecemos y hemos padecido nosotras; es una tarea pendiente que hoy quiero pedirles que asuman con seriedad”.

En sesión semipresencial y con el propósito de preservar e impulsar el desarrollo y uso de las lenguas indígenas nacionales, expresó que después de la colonización se ha ido perdiendo la práctica y el verdadero lugar de la mujer en las comunidades.

Añadió que el pensamiento individual que fundan las ideologías y religiones occidentales han socavado su pensamiento y ser colectivos; ha traído, entre otras consecuencias, inequidad, violencia, discriminación y desvalorización hacia las mujeres.

“Son muchas las consecuencias negativas que el colonialismo introdujo en las comunidades y en toda la sociedad, que han afectado a las mujeres indígenas. Muchas no asisten a la escuela porque éstas no responden a nuestras necesidades culturales y no se educa en las escuelas a partir de nuestras lenguas. El propósito principal ha sido castellanizarnos y cristianizarnos más que ofrecer educación”, denunció.

Relató que las pocas escuelas que hay en sus territorios muchas veces están a horas de distancia, cruzando ríos, montañas y ello expone a las niñas durante el trayecto. Además, añadió, “algunos padres piensan que las mujeres no deben estudiar así, porque esa educación contradice la cultura y cosmovisión propias y por eso las niñas, principalmente, pero también los hombres, pierden sus valores y papel fundamental en la familia y las comunidades”.

Precisó que cuando algunas deciden migrar a las ciudades se enfrentan aún más al riesgo de verse discriminadas y en posición vulnerable por ser mujeres; su color de piel, el bilingüismo, la apariencia, la indumentaria, entre otros estereotipos, por lo que solo se les ofrecen trabajos como empleadas domésticas y otras actividades muy precarias, en donde sistemáticamente son violentados sus derechos y su dignidad, mientras reciben impunemente salarios ridículos.

Expuso que en la ciudad los derechos a la salud de una mujer indígena son inexistentes, no cuentan con credenciales, ni con seguros médicos, no hay servicios de salud que se ajusten a sus necesidades, ni en lo cultural, mucho menos en lo lingüístico.

Con información de la Cámara de Diputados

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