AIFA: el aeródromo de la vergüenza

Alejandro Rodríguez Cortés

Alejandro Rodríguez Cortés*.

La llegada de la primavera trae consigo una vorágine de propaganda gubernamental sobre la apertura del aeropuerto con el que el presidente Andrés Manuel López Obrador quiere empezar a rescatar lo que pueda de un sexenio generador de grandes expectativas y nulos resultados. Santa Lucía no será la obra que necesitábamos en materia aeroportuaria, comercial, logística y turística, pero sí la zanahoria frente al burro que apenas hace funcionar el trapiche del quehacer gubernamental en la mal llamada Cuarta Transformación.

El Aeropuerto “Internacional” Felipe Ángeles (AIFA) no tiene ni tendrá 2 pistas ni medio centenar de posiciones de contacto. No habrá costado 75 mil millones de pesos sino casi 120 mil millones sin contar la colosal e inconclusa infraestructura terrestre de conectividad que hoy por hoy no existe. No podrá hospedar en su hotel a ningún pasajero, porque el edificio está inconcluso, ni recibirá carga porque no cuenta con lo necesario ni siquiera en lo físico, ya no digamos en lo aduanal, por ejemplo. Carecerá de vuelos internacionales porque el prometido México-Caracas-México solamente tiene programado un itinerario el día de la inauguración. Vaya pues, con todo y presiones del gobierno solo recibirá 3 líneas aéreas y no más de una decena de vuelos al día.

Dicen los que saben que los aeropuertos se construyen de arriba a abajo. La 4T lo hizo al revés y aunque sobre la marcha haya cambiado unilateralmente el diseño del espacio aéreo del centro del país, éste no cuenta siquiera con el respaldo de controladores aéreos experimentados, ya no digamos de autoridades aeronáuticas internacionales. Sin haber entrado Santa Lucía en funcionamiento, ya se han reportado incidentes aéreos preocupantes que afortunadamente no han pasado a mayores.

La maroma preferida por los apologistas del régimen es que el AIFA no sustituye terminal alguna, sino que se incorpora a un sistema metropolitano aéreo que ya probó su fracaso en el sexenio de Vicente Fox, quien -al igual que AMLO lo hace ahora- quiso salvar su monumental tropiezo de Atenco con el cuento de descentralizar el tráfico aéreo de la ciudad de México. No funcionó y cuando quebró Mexicana de Aviación, las nuevas líneas aéreas que iniciaron operaciones en Toluca emigraron sin pensarlo al AICM para volver a saturarlo.

La diferencia es que Fox no tuvo el talento para resolver un problema político

y AMLO, a quien le sobran esos atributos, simplemente canceló una obra ya en marcha para mostrar su poder aún antes de asumirlo formal y plenamente.

El cursi documental de Epigmenio Ibarra sobre el nuevo aeropuerto inicia con una declaración del hoy presidente de la República en 2017, donde decía que el país no podía darse el lujo de gastarse 200 mil millones. A 4 años de eso, la cantidad se acerca a ese límite, y López Obrador sí se da el lujo de destinar 300 mil millones al subsidio de gasolinas, además de haber esfumado una cantidad similar de los fondos presupuestales de reserva que recibió para situaciones de emergencia.

Vivimos en un país que pasó de la ficción que ocultaba la rapiña priísta al absurdo de la mentira morenista que esconde exactamente lo mismo bajo el falso lema “primero los pobres”. Quizá por eso hay 4 millones de mexicanos más en esa situación.

La locura: una consulta “patito”, sin ningún control ni rigor, justificó la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco y hace que la tarifa que pagan los usuarios de la vieja terminal Benito Juárez se use para pagar una obra que jamás se terminará. Hoy, paradójicamente, una consulta constitucional bien hecha simplemente busca revalidar la imagen de quien “construyó una obra monumental en dos años y medio”.

Quizá estos sinsentidos explican la imagen y el audio de un general del Ejército Mexicano, responsable él de la construcción del AIFA, hablándole, sí, hablándole a la fría y muda efigie en piedra del personaje con cuyo nombre se bautizó un aeropuerto que más bien parece aeródromo. Aunque los lambiscones admiren su “grandeza” y sus baños decorados con luchadores o personajes de Chespirito. Aunque Andrés Manuel López Obrador mienta nuevamente y sin rubor exclame orondo: “es el mejor aeropuerto de México y uno de los mejores del mundo”.

El presidente en campaña que no gobierna. Por eso el documental del propagandista Epigmenio muestra más la figura presidencial que la propia obra insignia. Ver y escuchar para creer.

 

*Periodista, comunicador y publirrelacionista.

@AlexRdgz

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