Atenidos a que alguien nos salve

Jorge M. Ramírez.

El pensamiento mágico es un sustituto del sustento real de lo que nos sucede. El hombre simplón, al que se le resbala la realidad, recurre a menudo a explicarse por ese medio sus miedos y fracasos, tiende a no pensar consecuentemente. Cuando una idea empieza a germinar y la ruta indica soluciones a problemas que exigen trabajo, sacrificio y verdades dolorosas, el inconstante trunca la secuencia y corre a zafarse invocando soluciones mágicas.

Eso pasa en la política y en muchos de los retos que nos rebasan.

La reacción generalmente es buscar un prontuario que espera algo excepcional de la nada, es decir, sin análisis y sin abordar responsablemente y con método, los escenarios probables, y surgen las puntadas mentales y las consejas de viejas en sustitución de la seriedad y el estudio de los problemas.

La lista es extensa: a ver si los estadounidenses nos salvan de la tiranía, porque según esto, no deben permitirlo; a ver si descubrimos un complot en el maltrecho y desgastado metro capitalino; a ver si los fiscales del otro lado, logran que García Luna pruebe las supuestas complicidades con Calderón, hacen changuitos para que lo aviente; encontrar la fórmula para que las elecciones sean gratis; incluso desear que el narcotráfico se autocontrole por convencimientos amorosos de las abuelas de los peligrosísimos delincuentes que lo manejan; o hacer que no pasó nada con la del título apócrifo.

Puro pensamiento mágico, que inunda lo que mal se denomina como política, una copia burda de la política realista, la que parte insistiendo en el esfuerzo de la racionalidad y en la roca de una fe fincada en evidencias de lo que se espera, para nada en disparates chamánicos y salidas absurdas.

Porque me perdonarán los confundidos, pero hay un Creador que nos dotó de razón y entendimiento suficiente, como para llegar a conclusiones sustanciales y no salirse por la tangente equivocada de que los delincuentes y los que no lo son, tienen los mismos derechos.

Sencillamente la prueba de las rejas, demuestra que no es así, no hay que darle vueltas a lo obvio. Primero están los derechos de seguridad, de la vida y posesiones; después los sociales y, por último, ya satisfechos los anteriores, los de tercera generación, los derechos humanos, no hay que ser tan románticos, por favor.

Y como se ve, el desorden axiológico es monumental, no saben que va primero y que le sigue después, lo mareado priva en cada uno de los funcionarios de la transformación en derrumbe, porque tienen un denominador común, validan la certeza de que, para ser parte de la destructiva entelequia, es condición sine que non, es decir, indispensable, no saber nada del tema que se les encarga y si se puede y es mejor, tener acreditaciones apócrifas, todos o casi todos. La prueba: la reiterada ineptitud con títulos sin registro y sin lógica cronológica.

Llevan cuatro años hablando de corruptos jamás capturados, jamás ni siquiera rozados en sus operaciones mal habidas, confinándolos a ser fantasmas felices que deambulan en Madrid, Miami o en Houston, en las mesas del gran mundo, campantes, hasta con cargos diplomáticos, sin que sean interrumpidas sus actividades recreativas, al grado que los vástagos del poder quieren alcanzarlos en ese estilo derrochador que exhibe que todo es teatro, puro circo y poco pan para la raza.

Y dicen desde el Palacio virreinal, que vergüenza, ¡huy! ¡qué dirán las naciones extranjeras!, como decían los porfiristas; que pena, que sepan… como el gobierno mexicano se las gasta, no solo en el pasado sino en este canijo presente, que nunca hizo nada por perseguir gandallas. ¿Se llama a eso cómplices, o cómo?

No hay capacidad y eso es malo, pero peor es hacerse como el tío Lolo, con frases de viejitas y ante paleros. ¡Basta de farsa! Pida ayuda…

Para que le salga una, una de churro, aunque sea la única.

Desde la convocatoria de la marcha ciudadana hasta su misma realización, pasando por un zócalo jamás llenado, con todos los acarreos; hasta la fecha, donde 800 mil personas en Culiacán sintieron lo que es la orfandad, de vivir sin gobierno y en las manos unilaterales de los facinerosos, por segunda vez en este sexenio, se vio que el pueblo está de rodillas ante el crimen más artero; en cada episodio, la derrota del régimen es clara, no pudieron y no van a poder. Punto.

Porque los fracasos no son tan malos si se aprende, pero van dos, y ¿cuándo será la tercera incursión punitiva?

Pero como digo, se sigue pensando en una varita pródiga en fantasías. Todavía hay muchos que siguen creyendo que los gobiernos pueden acabar con la pobreza y que los abrazos merman las ansias sanguinarias. Pensamiento mágico sin piso.

Los gobiernos pueden eso sí, siempre y cuando haya voluntad y respeto a lo que se juró, hacer valer la Constitución, garantizar el orden público con los medios a su alcance y así, generar confianza en quienes pueden traer dinero para que existan empleos remunerados. Pero tienen que hacer su trabajo, poner orden.

No lo quieren hacer…

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