Los factores para determinar a los candidatos (II)

Jorge Miguel Ramírez Pérez

Jorge Miguel Ramírez Pérez.

La sórdida izquierda

Los intereses del poder están mucho muy por encima de lo que se cree. Si estuviera en el resorte de cada cabecilla que ha ostentado el cargo de presidente, la decisión de quien lo pudiera suceder, la historia hubiera dado tumbos de una catástrofe a otra; unos recordatorios bastan para entenderlo: imagínese el lector, al favorito de Luis Echeverría, Porfirio Muñoz Ledo, en su verdadera personalidad de empedernido hedonista sin freno, en su tiempo, caligulezco, ansiando liderar América Latina para enfrentarse a Estados Unidos como objetivo -según él- con la ayuda primero de la fundación alemana Friedrich-Ebert-Stiftung (FES) y después con los soviéticos, en plena guerra fría.

Un remedo de esas avaricias de poder es quien ahora disfruta de las mieses opulentas en el Palacio virreinal, el más ferviente alumno de Muñoz Ledo, le bebió sus alientos hasta convertirse en un mamarracho del que se arrepiente su inventor mismo. Marxistas de corazón rábano ambos, rojillos, pero sin color en el alma, amorales. Puro pa´ca, nada pa´lla.

Hoy Porfirio se la pasa rumiando y debía estar agradecido que el pueblo bueno desmemoriado, cree que es un prócer, y no se acuerda de quien es y quien fue, nada más y nada menos que el filósofo de cabecera de dos malosos: Luis Echeverría y el actual. Nomás para abrir boca.

Claro que esos sueños tropicales de líderes del chachachá no son los intereses que realmente representan los redentores sociales. Sus narrativas forman parte del engaño, son en realidad, aventureros acotados puntualmente por quienes verdaderamente mandan que son los de siempre; y que los impulsan para ser perros de presa de los contrincantes beneficiados en los regímenes anteriores.

Como decía el experto en Economía Agrícola y autor del best seller mexicano, Vieja Revolución, Nuevos Problemas, publicado en 1970, el maestro Edmundo Flores: México es una mesa de póker donde se quitan los recursos unos jugadores y ganan otros, pero los que juegan son los mismos, y el dinero es el mismo. No se crea riqueza.

Unos le hacen al progresismo otros a usar un poco de raciocinio, pero todos en el fondo, creen en la lucha de clases para quitarles a los anteriores su lana, desplumarlos y sobajarlos lo más que se pueda. Ya nadie se acuerda que López Portillo, mandó a las islas Fidji de embajador, a su dizque entrañable amigo, al loco de Echeverría y en un momento, se le acabó la marioneta a Porfirio, que lo aceleraba con la reelección, para sentarse él. Todavía no se escribe esa verdadera historia de México suficientemente.

De modo que ahora se insiste para encabezar el ahora exiguo monto del póker porque se lo quieren acabar ya, a la señora Claudia Sheibaum de edad incierta, hija de un activista soviético de origen búlgaro, que como se sabe en geopolítica, así como la mano del gato de los Estados Unidos es Inglaterra y a su vez la que opera es España; Bulgaria era el campo fértil de la KGB para reclutar rabiosos espías y agitadores enceguecidos por su fanatismo estaliniano.

Como es en el mundo de los izquierdistas todos se llegan a conocer por coincidir en el sentimiento de odio contra todo orden, el que sea, sobre todo el institucional; y transitan en el activismo y la destrucción vandálica. La liga de conveniencias porriles de la Sheibaum que no liga sentimental, como suponen los llamados burgueses, se dio con un sujeto violento, Carlos Ímaz Gispert, nieto de los socialistas que junto con los comunistas destruyeron por sus irreconciliables pleitos, la democracia en España. Signo inequívoco de la subcultura de esas clicas.

Por cierto, los republicanos españoles que no lograron la dictadura del proletariado en la península y que fueron derrotados por los musulmanes del Magreb, comandados por Francisco Franco, fueron exiliados pagando con oro de las arcas españolas, recuérdese el oro del Vita; y por mediación del Departamento de Estado a México, fueron impedidos para llegar a los Estados Unidos y le dejaron la tarea de recoger a los refugiados al general Lázaro Cárdenas del Rio.

Regresando a nuestra historia, Ímaz fue secretario particular del gobernante de la capital, el macuspano Obrador, quien lo designó encargado -según videos-, de los moches, hasta que fue filmado, y quedó en calidad de inservible políticamente, hasta ahora; donde cobra en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, bastión inexpugnable de los extremistas. Seguramente espera pacientemente la reivindicación de su nombre que se fue al basurero, y todo por cubrir a un desagradecido que hasta sedujo políticamente a su ex esposa y la aceleró para ser una Rosa Luxemburgo, pero sin discurso y menos, elocuencia.

En compensación seguramente, al principio, logro Ímaz a cambio de su silencio, que no se necesitaba, porque los videos eran obvios, que escalaran a Sheibaum para dar la cara en los macro proyectos de obras, de otro descendiente de los izquierdistas republicanos españoles, pero en este caso andaluces; el Ingeniero José María Riobóo, hijo de un Guardia de Asalto en Barcelona, afiliado a la Asociación Socialista de Madrid, que participó en la revolución de 1934 durante la guerra civil.

De ahí la liga europea indisoluble de Sheibaum con Riobóo, mecenas de Obrador, a quien asignó más de una docena de grandes obras. El empresario es además propietario de una escuela tal vez la mas lujosa de México, para puros fifís, el Westhill, en lo alto de Santa Fe, el fraccionamiento de lujo que fue impulsado por dos izquierdistas-salinistas: Manuel Camacho y su operador Marcelo Ebrard.

Riobóo por su parte, le debe mucho a la que era contralora del DF, y tapadera de las obras del segundo piso negadas a la transparencia pública, la insaciable de poder Bertha Luján, líder morenista y madre de Luisa María Alcalde Luján, la secretaria del Trabajo y de Berta Alcalde Luján la que quería se presidente del INE. No hay que olvidar que el ingeniero Riobóo es esposo de la conocida impostora de grados académicos, la todavía ministra de la Suprema Corte, Yasmín Esquivel.

El magnate Riobóo aspira a ser miembro de número del consorcio México, y todo indica que le interesa ser el padrino de la tal Claudia, se anota, porque que fue clave para cancelar el aeropuerto de Texcoco, lo que le sirvió para ser contratista estrella en el Felipe Ángeles y del tren inacabable de la Ciudad de

México a Toluca; pero se topa con pared con su rival en materia de construcción, el ingeniero Slim, patrón de los que han sido jefes de gobierno desde que llegó la izquierda.

A estas alturas Riobóo ha de conjeturar que lo de la Esquivel nació de fuego amigo, digamos no tan amigo, mas bien de la competencia. Pensará que los afectados por sus dictámenes disfrazados de técnicos, serían suficientes para que Slim pagara los platos rotos, más bien los rieles retorcidos de la Línea 12 para salvar a Sheibaum.

Esta bonita familia tiene muchas ramificaciones como la del exbarzonista Alfonso Ramírez Cuéllar un Casanova de la izquierda; Marín Batres un porrazo de la era de Ímaz, Pablo Gómez un seudo economista que diario tenía sus mañaneras de cuatro horas en la Escuela de Economía de la UNAM, insufrible con su micrófono a todo volumen; y sin olvidar a sus parientes, los Concheiro marxistas leninistas naif. A reserva de mencionar otros muchos que esperan reemplazar al tabasqueño y cobrarle las facturas por haber sido usados con impudicia.

Hay muchas heridas infringidas entre todos ellos.

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