Dr. José Novoa.
Si en su acepción etimológica la palabra encuesta proviene del latín “questus”, (pregunta, indagación) y en su uso cotidiano se le otorga un valor numérico o cuantitativo, veremos que se convierte en el instrumento de medición democrática por excelencia, privilegiando el libre albedrío que el pensar en libertad conlleva.
Lo anterior porque cuantifica de la misma manera al pobre que al rico, al creyente del no creyente, al religioso del agnóstico, al bueno del malo ( si tan sólo éste último se prestara a ser medido con la asignación igualitaria de ser un uno valioso).
La entrevista por el contrario, se presta a la manipulación de la verdad, o por lo menos el sesgo que las filias confieren.
La arenga convierte a su personero en portador de la mentira enfáticamente repetida hasta convertirla en verdad, tan sin lugar a dudas que la haría sospechosa a quien más de dos dedos de frente tenga.
Las amenazas a través del insulto y continuo desprecio son un llamado a la acción destructiva ante enemigos imaginarios cargadas las más de la veces de un miedo cerval y por lo tanto irreflexivo acusando a los contrarios de explotadores y corruptos.
La demagogia convierte las grandes verdades en mentiras al prometer lo que no existe, leyendo hábilmente las grandes necesidades insatisfechas de los que se han creído siempre desposeídos.
No así la encuesta.
Pero:
¿Qué sucede cuando la encuesta se convierte en un figura retórica más al servicio del engañador?
¿Cuando se convierte en un artículo de consumo que habla de una igualdad cuantificable pero nunca accesible?
Ni en su metodología,
que le da estructura.
Ni en la muestra, que es su objeto.
Ni en quien la realiza, que es su oficio.
Ni en quien la hace pública, que son los medios.
Ni en quien la valida, que es la ética.
¿Qué sucede cuando la palabra encuesta es ya tan sólo un artículo de uso y abuso más?
Una puerta desvencijada.
Laberinto que regresa al mismo sitio.
Inicio que termina en nada.
Espera empantanada en lodo.
Espejismo de camino transitable.
La encuesta, alejada de la indagación, se ha convertido ya en su opuesto.
Oscuridad.
Engaño.
Hueca, secuestrada, y por sobre todo, desvirtuada.
