Raúl Flores Martínez.
El ataque de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa a la Fiscalía del Estado de Guerrero es solo uno de los muchos síntomas que tiene la entidad de descomposición social y el mal logrado gobierno de Evelyn Salgado.
No debemos olvidar que a principios de este 2024, los sitios de taxis de Acapulco, Taxco, Chilpancingo y Tixtla pararon sus unidades por los asesinatos de varios de sus compañeros del volante y por las amenazas del crimen organizado, lo que llevó a la parálisis de Chilpancingo.
No es un secreto que la gobernadora hizo mutis y la población quedó como rehén de la delincuencia. Las amenazas se multiplicaron a través de las redes sociales o por medio de mensajes de WhatsApp de que atacarían a los coches y camionetas que circulan con pasaje.
Otro episodio que no se debe de olvidar en el año que transcurre fue el enfrentamiento de Los Tlacos y Los Ardillos que dejó varios muertos que el gobierno guerrerense trato de ocultar con una serie de comunicados inútiles ante las contundentes imágenes que se regaron como pólvora en las redes sociales.
Otro ejemplo más fue la reunión de los cuatro obispos de Guerrero con líderes del crimen organizado, para llegar a un acuerdo por la disputa territorial, innegociable, a esto se le sumó el otorgamiento de 135 placas para el transporte público para gente que supuestamente forma parte de una organización criminal.
Ante estas circunstancias la renuncia irrevocable de la fiscal general Sandra Luz Valdovinos que estuvo precedida de la salida del secretario de Seguridad Pública del estdo, el capitán de marina Evelio Méndez, en pleno torbellino de la violencia desatada en Acapulco, Taxco, Iguala y Chilpancingo, renuncias que de acuerdo con lo consultado fue orillada por las constantes amenazas del crimen organizado de acabar con sus vidas y las de su familia.
Ahora con los videos que han salido a la luz pública dónde sicarios del crimen organizado golpean a los checadores y choferes del transporte público, uno de esos sicarios ha sido identificado con el nombre de Luis Mejía, ese sicario que tiene los brazos tatuados y no ha podido ser detenido por las autoridades.
Así de triste es la situación de un Guerrero que fue entregado al crimen organizado, una situación que no tiene vuelta de hoja, una situación que en pocas semanas terminará por explotar por completo y dejará exhibido nuevamente el mal gobierno y las negociaciones que tienen los gobiernos de Morena con el crimen organizado.
