Rubén Cortés.
Al igual que en noviembre pasado, ha vuelto a ser aireada en el país la temeraria especie de un “golpe de Estado” y, ante eso, hay que insistir, de nuevo, en que el actual presidente ganó en las urnas, y sólo en las urnas puede acabar su mandato.
El propio gobernante dejó en claro, el fin de semana, que no permitirá un golpe en su contra. Pues, se debe saber que tampoco lo permitirá casi nadie, pero en especial, quienes votaron en su contra y aceptaron la derrota, porque son auténticos demócratas.
Pero, como sea, es de remarcar lo peligroso del jueguito ese de “el golpe, el golpe”, como si fuera la fábula del “Pastorcito mentiroso y el lobo”, es la que el ovejero gritaba “el lobo, el lobo”, los vecinos acudían para auxiliarlo, pero no era cierto y él gozaba con la farsa.
En noviembre, el jefe del Ejecutivo le tomó una foto a sus dedos con una flor de bugambilia morada, y escribió en Twitter:
“Aquí no hay la más mínima oportunidad para los Huertas, los Francos, los Hitler o los Pinochet. El México de hoy no es tierra fértil para el genocidio ni para canallas que lo imploren”.
Y, por supuesto que no la hay. Millones de mexicanos buenos han dado batalla y hacienda por la democracia, como para permitirlo, porque la Constitución y las elecciones son la única vía para acceder al gobierno en este país.
Hace diez días, regresó al tema:
“Yo los veo desesperados. Lo dije ayer, antier y lo repito, no hay necesidad de usar la violencia. ¿Por qué golpe de Estado, por qué la violencia?, si va haber revocación de mandato”.
Pues allá la escasa minoría que asume que el Estado de Derecho y la democracia son sólo una broma, y que las leyes se pueden modificar con apenas avisar al Congreso, los negocios del Estado otorgarse a dedo y jugar con la legalidad.
Sin embargo, estamos ante un round de sombra porque el presidente se abstiene de nombrar a los golpistas. De todos modos, la historia de la democracia es la historia de los desafíos de la democracia. Para nada, quienes la desafían son los que triunfan.
Porque, hasta ahora, el único golpe de Estado aquí ha sido el que dio en Baja California un gobernador del partido en el poder, al ser electo por dos años, pero decidir tramposamente que gobernaría cinco años, en contra de la Constitución.
Pero la Corte declaró inválida la “Ley Bonilla”, al considerar que el gobernador violó los principios de democracia, los principios de certeza electoral y los principios que prohíben el fraude a la Constitución.
Un valioso recordatorio de que la democracia…
No se defiende sola.