Grandes desastres en el mundo de la ópera

La muerte más famosa en un escenario operístico fue la de Leonard Warren, uno de los míticos y legendarios barítonos, quien cantando en la Metropolitan Opera House en Nueva York, cayó fulminado por un derrame cerebral el 4 de marzo de 1960, recordó el escritor y crítico mexicano Gerardo Kleinburg durante la sesión "Hablemos de ópera", en la cual relató historias que demuestran que este género teatral está hecho por seres humanos con aciertos y yerros.

México .— La muerte más famosa en un escenario operístico fue la de Leonard Warren, uno de los míticos y legendarios barítonos, quien cantando en la Metropolitan Opera House en Nueva York, cayó fulminado por un derrame cerebral el 4 de marzo de 1960, recordó el escritor y crítico mexicano Gerardo Kleinburg durante la sesión “Hablemos de ópera”, en la cual relató historias que demuestran que este género teatral está hecho por seres humanos con aciertos y yerros.

Refirió que este ha sido uno de los hechos más increíbles y desafortunados en la historia del género, pues el barítono estadounidense de tan solo 48 años de edad sufrió el ataque en el tercer acto de La forza del destino, de Giuseppe Verdi, luego de cantar el recitativo del personaje “Don Carlo” que versa: “Morir! Tremenda cosa!”.

Durante la charla del martes transmitida en redes sociales con el título “Houston, tenemos un problema: grandes desastres operísticos”, Kleinburg también mencionó la trágica muerte de Giuseppe Sinopoli, a quien definió como un gran compositor, director de orquesta y arqueólogo, quien falleció en el podio mientras dirigía la ópera Aida, de Verdi, en la Deutsche Oper de Berlín.

Otro de estos percances lo vivió el tenor genovés Fabio Armiliato, quien resultó herido durante la escena de fusilamiento de “Mario Cavaradossi”, en Tosca de Puccini, cayendo herido en pleno escenario por un fusil que llevaba demasiada pólvora, ante la mirada atónita del público y sus compañeros de escena.

Añadió que en nuestro país también se han dado episodios trágicos, cómicos y algunos inverosímiles, por ejemplo, cuando llegó a México Giuseppe Di Stefano por el homenaje que se realizó en el Palacio de Bellas Artes, causando histeria absoluta y colectiva entre muchas mujeres de su tiempo, quienes se abalanzaron sobre él.

Otro de ellos fue Luis Lima, quien llegó de Argentina para interpretar Andrea Chénier, de Umberto Giordano, pero tras el primer acto anunció que se iba, por lo cual se tuvo que llamar a un sustituto, que a su vez, solo cantó el segundo acto e indicó que no podría realizará la siguiente función; se llama entonces a un italiano quien también “tronó” en el escenario, por lo que al final, Luis Lima fue quien regresó como sustituto, del sustituto que lo relevó.

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