Carlos J. Pérez García.

Las antiguas mañas son difíciles de abandonar. A menudo, cuando nos vemos muy presionados, nos entran los miedos o nos salen las capacidades para superarlos con fuerzas insospechadas, ya sea en la pavorosa huida o la osada embestida que raya en la inmolación.

En verdad, eso de la protección de amuletos o estampitas consiguió distraer del problema de fondo de la pandemia. Primero fue el desconcierto por las afirmaciones de un subsecretario de Salud que tal vez sacrificó su credibilidad y su carrera en aras del vasallaje o abyección a un individuo egocéntrico y afecto a su propia moralidad. Luego vino la supersticiosa exhibición de escudos protectores ante las amenazas de enfermedades transmisibles y desastres económicos.

Habrá a quienes les gusten y convenzan estos desplantes, pero no ayudan mucho y es posible que sea México el único país en el mundo donde estén ocurriendo.

Miren, las benditas redes sociales y sus conferencias mañaneras han expuesto demasiado a un presidente que mezcla su sencilla habilidad para comunicar con la torpeza en sus reacciones frente a la inclemente realidad. Todo se vuelve en contra de él desde el púlpito del poder: cae en insultos, descalificaciones, amenazas o desafíos, así como en errores, torpezas, tics o reflejos que no sólo lo desnudan sino que lo exponen de retache a apodos, burlas o memes incluso a nivel internacional.

Ahora a los críticos o “adversarios” les resulta suficiente una cita textual o un video oficial de sus peores momentos. Y, de hecho, los medios extranjeros difícilmente podrán ser catalogados como sus enemigos conservadores y corruptos.

El presidente y su equipo ya han dejado claros sus alcances y limitaciones, sus virtudes aparentes y terribles debilidades, pero sobre todo sus peculiaridades un tanto risibles a imagen y bastante semejanza del líder carismático. En una especie de mimética, los subalternos tratan de parecerse al jefe para no desentonar ni importunar… aparte de seguirle la corriente en todo, con lo que le hacen un gran daño.

Se podrán ver afectadas sus ocurrencias como la extraña rifa del avión presidencial, pero ahora en actitud mesiánica quiere forzar una aprobación constitucional de sus programas sociales, lo que en el actual gobierno y a futuro implicaría perpetuar la pobreza con recursos que nunca se reducen. Su denominada 4T parecería más importante que todo lo urgente e importante.

Resulta que cada uno de nosotros se ha vuelto experto en Coronavirus a partir de gráficas, videos, cuadros, esquemas, textos y hasta chismes que están disponibles por todos lados. Ante nuestros miedos y nuestras esperanzas, no dejan de ser muy inquietantes las confusiones que generan las autoridades sanitarias y el propio presidente.

Para los ciudadanos es útil saber, pero en ocasiones saber demasiado ya no es tan bueno pues más allá de lo básico suelen aparecer los mitos, las supersticiones y las teorías de la conspiración o los complots. Eso sí, la soberbia y los fanatismos de los funcionarios pueden llevar a graves errores con repercusiones muy negativas sobre la población.

La crisis económica que viene de fuera, encontrará acá en México ciertos blindajes que son un legado del neoliberalismo, pero igual tiene hoy un campo más propicio para su propagación por el bajo crecimiento económico, la desconfianza de los empresarios y la insuficiente inversión pública y privada estos últimos años. También se han comprometido recursos para amplios programas sociales, así como para proyectos de infraestructura o refinación de petróleo.

El presidente confirma cada día que no es lo mismo ser borracho que cantinero pues enfrenta varias crisis que, como en anteriores ocasiones (1982, 1994, 2009…), muestran que el mundo viene a ser “neoliberal” (palabra peyorativa) y es peligroso cerrar los ojos ante la cruda realidad global, que a veces resulta positiva y luego muy negativa. Verá, pues, que no es fácil sostener una tasa de crecimiento económico y que también hay épocas en que sólo queda privatizar o sacrificar lo social.

La perspectiva hoy es lógicamente peor que lo aceptado por el presidente en cuanto a empleo, ingresos, inversión, actividad económica (decrecimiento), liquidez,… La verdad, se ve dramático y ojalá que olvide sus resentimientos y consideraciones políticas o ideológicas, que no hable mucho ni intervenga demasiado para así dejar a los especialistas nacionales e internacionales que traten de alcanzar una recuperación sin mayores efectos colaterales.

Ayer viernes 20 el Banco JP Morgan previó para México ¡una caída del PIB de 15.5% en el segundo trimestre! Pero, bueno, ya platicaremos más de esto.

Se ha dejado a un lado, al menos por ahora, lo relativo a los feminicidios y su grave impunidad en el marco de la defensa de los derechos de la mujer a una vida digna y libre de violencia. Pero se tendrá que volver a ello con determinación, aunque el titular del ejecutivo y algunas autoridades locales sigan minimizando y desvirtuando un movimiento tan justificado.

Aquí, sobre todo, me refiero a la necesidad de justicia para abatir la impunidad en el creciente número de feminicidios, con un aparato de fiscalías y tribunales que se creó para preservar desigualdades en un orden social jerárquico y excluyente. Así, tal como considera la abogada Ana Laura Magaloni, la fuerza política de las mujeres debe cambiar un sistema inadecuado que sirve para administrar el mercado de la impunidad, que sólo marca excepciones en casos mediáticos o en donde existe poder e influencia.

Será triste, muy triste la situación de emergencias médicas, económicas y sociales que, en el proceso de superarla, podrá encontrar liderazgos en la propia sociedad o en gobiernos locales, pues ante graves problemas AMLO ya se tardó en tomar conciencia y adelantar iniciativas. En todo ello nuestro poderoso Ejecutivo se ha hecho merecedor de adjetivos como charlatán e irresponsable, en adición a los de macho (¿honestidad valiente?) e incompetente (¡ignorante o limitado!).

Un presidente se puede arriesgar, sí, pero ¿por qué no da el ejemplo ni actúa con un esquema distinto? Mucha gente cree ahora que ni siquiera son preocupantes las perspectivas de impacto económico y epidémico, lo cual podría impedir reacciones de pánico o efectos desfavorables aunque también tiende a generar respuestas adversas a las soluciones necesarias. Ni modo, tiene límites la negación de la realidad y de las ciencias médicas o económicas.

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