Por Patricia Betaza.
México camina en el filo de un precipicio: o se detiene y aisla para tratar de contener los contagios y las muertes por Covid-19 o se incrementan aún más las pérdidas económicas, el desempleo y la pauperización de las personas. Este reto tan grande, debería servir para cerrar filas, evitar más polarización social y pérdida de tiempo. La doble desgracia en la que nos debatimos, sin embargo, no ha permitido encontrar por ahora, la luz al final del túnel. Todo es discusión, polarización, pero también muertes y desesperación económica.
Cuatro meses de pandemia se han traducido en el cierre de miles de negocios, desempleo, caídas de sectores económicos como el turismo, pero también miles de muertos. Según el último reporte, 30 mil 639 personas han fallecido por coronavirus y hay 256 mil 848 casos confirmados acumulados; 155 mil 604 se han recuperado.
Pero tratar de reactivar las actividades poco a poco bajo las nuevas reglas sanitarias del Covid-19 no ha sido nada fácil. Un ejemplo: las autoridades de la CDMX tuvieron que cerrar el fin de semana el Centro Histórico porque la gente no respeta las reglas de sana distancia o el uso de cubrebocas. Por eso es que a partir de este lunes hay nuevas reglas para transitar, no por gusto, sino por necesidad. Y los negocios que no respeten las restricciones serán cerrado por 15 días. Además, los lunes, miércoles y viernes, podrán acudir al Centro Histórico las personas con apellido que empiecen con las letras de la A a la L. Martes, jueves y sábado los de la M a la Z. Y mientras no bajen los contagios, cerrarán las estaciones del Metro: Zócalo y Allende y la Merced. Es una decisión de la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, que hay que reconocerlo, ha tomado medidas más audaces para tratar de frenar el Covid-19.
Con el Semáforo Naranja, comenzó la reapertura en algunos restaurantes y negocios como estéticas, tiendas, tlapalerías, etc., de la capital del país. Muchos se sumaron a los protocolos sanitarios y recibieron certificación. Lo constatamos. Pero también observamos gente en algunos parques y en las calles sin cubrebocas.
El pasado jueves en la conferencia de salud se le preguntó al subsecretario Hugo López-Gatell por qué estaban creciendo los contagios y las muertes, qué estaba pasando con la pandemia en México. Olvidemos picos, mesetas y cordilleras. Explicó López-Gatell que no se podía medir ni identificar todos los casos. “Lo importante es que no haya personas que mueran por falta de atención”. Explicó que la desigualdad tan pronunciada en México, hacía prácticamente imposible detener por completo la actividad del país. Además, el sistema de salud era deficiente desde hacía cuando menos 40 años. También que la población mexicana padece de obesidad, diabetes, hipertensión, tabaquismo. En pocas palabras eran demasiados los problemas con los que se estaba enfrentando al Covid-19. Desgraciadamente dijo, es muy poco lo que se puede hacer, a menos que se pague un costo elevadísimo de cerrar o paralizar el país. “Desde luego no quisiéramos tener ningún caso de Covid-19 y evitar las muertes, pero esto no es posible ni en México, ni en el mundo”. “También quisiéramos no tener huracanes, quisiéramos no tener temblores…”.
Bajo esta óptica, más nos vale cuidarnos, porque la situación -como escribió René Delgado en Reforma-, no va bien y “de no corregir, podemos ir peor. De ahí, dice, la “urgencia de ver qué se puede hacer juntos, pese a las diferencias”.
Hay que aceptar que como ciudadanos tenemos que ser más conscientes y responsables, cuidarnos y cuidar a los demás. Más vale un cubrebocas sencillo que nada, aunque nuestras máximas autoridades encabezadas por el presidente lo eviten. A los mexicanos no nos importan si tenemos más o menos muertes que cualquier país, nos importan nuestros muertos y son muchos. Y si las cosas siguen como están, no quiero imaginar hacia dónde vamos. Sí, de cada uno de nosotros depende si caemos o no al precipicio.
