Marissa Rivera.
Ni informe ni mensaje.
Una mañanera más, sin preguntas, repleta de más de lo mismo.
Eso fue lo que escuchamos ayer por la mañana. No había ninguna expectativa del Segundo Informe de Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Era casi predecible lo que escucharíamos en su discurso en Palacio Nacional.
Una versión breve de todo lo que repite diario, en sus foros mañaneros.
La narrativa de siempre: corrupción, transformación, no persecución, justicia a los pobres, cero impunidad, no a la represión política, orden en la economía, austeridad y bla, bla, bla.
Cifras alegres e inverificables, promesas y logros asumidos, fueron sus dichos, frente a una realidad lejana en los hechos.
La expectativa: era la autocrítica. La realidad: fue el autoelogio.
Y así ha sido siempre, en todos los gobiernos, ni un ápice de autoanálisis. Ese contraste que nubla a los políticos y que los distancia entre la realidad y el discurso.
Como desearía creerle al presidente López Obrador que estamos saliendo de la crisis económica y sanitaria. Que se enfrenta eficazmente la corrupción y que, a excepción del secuestro y los homicidios, la inseguridad ha bajado.
Como quisiera creerle, pero, lamentablemente, tenemos otros datos.
En el segundo trimestre del año, el PIB cayó 18.7 por ciento (INEGI). Analistas nacionales y extranjeros han señalado que nuestro país tardara hasta 6 años en recuperarse, es decir, para regresar al punto donde estábamos antes de la pandemia y mire que no andábamos muy bien que digamos.
El Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, advirtió que en 2021 México vivirá la peor crisis económica desde 1932 y aunque no se ha contratado deuda, se incrementará debido a la depreciación del peso frente al dólar.
La Junta de Gobierno del Banco de México pronostica una caída del PIB del 12.8 por ciento en el peor escenario, que sería su mayor declive en casi nueve décadas.
Se han perdido más de un millón 100 mil empleos formales y 12 millones de mexicanos han dejado de percibir el único ingreso de su “trabajo informal”.
Miles de empresas no resistieron la crisis, no tuvieron apoyo del gobierno y tuvieron que cerrar.
Aquella pandemia que cayó como “anillo al dedo”, ha dejado al dedo, hinchado, morado, a punto de pudrirse, con solo dos opciones, romper el anillo o quebrar el dedo. En fin, un futuro económico incierto y con zozobra.
“Pronostiqué que la crisis económica provocada por la pandemia seria transitoria; dije que será como una “V” que caeríamos pero que saldríamos pronto; afortunadamente así está sucediendo; ya pasó lo peor y ahora vamos para arriba; ya se están recuperando los empleos perdidos, se está regresando poco a poco a la normalidad productiva y ya estamos empezando a crecer”: Andrés Manuel López Obrador.
Como quisiera creerle señor Presidente.
Ha llegado a su segundo informe de gobierno con una pandemia que no ha sido domada. Las defunciones por Covid-19, no cesan. Ayer martes, el número de muertos fueron 824, con lo que superamos la “catastrófica” cifra de 65 mil muertes y más de 606 mil contagios.
También llega con niveles de popularidad altos, 59 por ciento de aprobación en promedio, pero reprobado en el desempeño para enfrentar la pandemia, la inseguridad, el desempleo y la corrupción.
Porcentaje nada despreciable a pesar de tantos problemas que enfrenta el país y que no pueden resolver.
Lo me llamó la atención de la segunda mañanera/informe, fueron la relación del discurso con su rostro.
Para los afines al presidente proyectó orgullo, confianza, entusiasmo y júbilo.
Otros, vieron frustración, rechazo, desconfianza, desilusión y desencanto.
Unos aplaudieron la lucha anticorrupción, el manejo de la pandemia y la entrega de apoyos sociales.
A otros les preocupó el tema económico, la seguridad, la salud pública y la educación.
En fin, hubo para todos.
¿No es para presumir, pero en el peor momento, contamos con el mejor gobierno?
¿Usted qué piensa?
